Estoy a punto de desmontar una trama cuyo objetivo es que el Conde se independice. Desde hace unos meses quieren que me compre una casa, porque «ya gano dinerito como para eso», «porque ya es hora de que siente la cabeza» o «porque esto -en referencia a mi casa- no es un hotel». Esto ya no puede seguir así, y desde estas líneas quiero defender a todos los crápulas nocturnos que, como yo, desean seguir disfrutando del patrimonio familiar. Y, ¡ojo! Esto no es nada fácil porque una vez que te enseñan la puerta, estás perdido. Eso sí, argumentos no me faltan para rebatir la «suficiencia económica» de la que hablan mis alrededores. Sirva de ejemplo el pasado sábado por la noche en Buddha. Allí llegué después de 3 copitas en Hispano (Dos Hermanas) donde fuente bien informadas cuentan que Cyrano y O.V se bebieron hasta el agua de los lavabos. Aparcamos en Plaza de Armas y recogimos el ticket ese que marca una hora con la que nunca estamos de acuerdo. Al entrar en el local me encontré con una encerrona que casi me lleva a la perdición. Un hábil promotor inmobiliario y varias copas de «Moichandón» me hicieron pensar en que me había llegado la hora. ¡Casi me compro una casa allí mismo! Pero, tranquilos, no ocurrió. Todo fue fruto de la noche. El ambiente era propicio, y entre lo que había bebido el promotor, lo que había bebido yo y lo que se habían tomado los de alrededor, casi le entrego mis tres últimas nóminas allí mismo sin ver la casa. ¿Os imagináis lo que estuve a punto de hacer? Letras, letras y más letras, nada de noches de fiesta, pocos gastos, poca renovación de ropa, poca inversión en cacharros electrónicos…¡aarghhh! No estoy preparado y así lo constataba mi cartera vacía el domingo por la mañana. Así que, ¿ves mamá como no tengo dinero para irme de casa con todos los gastos que tiene la noche?
Comentarios recientes