El amigo Edu-B se casa. Siempre fue un gran vividor y bebedor, crápula elegante de aire distraído y modesto hasta la falsedad en el asunto de las conquistas del otro sexo. Hablo en pasado de él porque la noche del pasado viernes, el otrora «buitre de la noche», pasó a la mitología de los plumillas seductores. Como suele ocurrir en estos casos, tras la necesaria cena-justificante, -en la que Jota leyó unas entrañables palabras escritas por el simpar Patapalo-, hubo que acudir a un local de esos con una barra entre el suelo y el techo por la que una fémina acalorada sube y baja cual grácil serpiente que muda la piel por el camino. Una vez allí, se creó una importante división entre asustadizos, sumisos y arrojadizos. Total, que mucha «parole» antes de entrar, pero algunos no se despegaban de la pared ni con agua caliente, y cada vez que la chica los miraba con ojitos de falsa pasión se arrugaban y se escondían. Después estaban los que sacaban pecho ante la situación (aunque no tanto como aquellas chicas) y se dejaban acariciar por ellas e incluso, algo temblorosos, llegaban a colocar algún billetito…Pero el mejor grupo fue el de los valientes, el de aquellos que no huían, que sonreían, y se dejaban llevar por la querencia efímera de aquellas bellezas. Ahí hubo grandes sorpresas porque los veteranos marcaron las diferencias con su inesperado desparpajo ante situaciones como ésta. Nada de cortes. Compraron billetitos de broma a mansalva y los fueron colocando con las carcajadas nerviosas de fondo de los más tímidos que seguían pegados a la pared. Edu-B incluso bailó. No era para menos. Sería su «Last dance», como aquel de Donna Summer, así que se dejó llevar…eso sí, todo light y sin tocar. Al final acabamos en El Sitio, aunque algunos siguen sin olvidar el olor a vainilla…
Comentarios recientes