Nico, Pablín y el Chino se rajaron. Excusas del tipo «ya estoy en la cama» o «mañana tenemos que madrugar» estuvieron a punto de aguarme la fiesta el jueves por la noche. Sin embargo, un vistazo a la agenda del «selular» (como dice mi amiga Cati, la venezolana) fue suficiente para encontrar a un par de valores seguros y un plan para esa noche. Una hora y media más tarde estábamos en Buddha rodeados de deportistas que celebraban algo al amparo de una fiesta de los compañeros de ED. De repente, empecé a ver a unos señores que me sacaban algo así como dos cuartas de estatura. Un tal Crespo me indicó que posara al lado de un tío que se llamaba algo así como Slanina (lo de la «s» líquida me lo han soplado, yo no lo sabía) para hacernos una foto. Yo, como soy obediente, me puse a su lado. Pensé: «este tío sabrá que soy el Conde y quiere popularidad gratuita». Pero ¡qué va! Resulta que ante mi cara de asombro me dijeron que ese señor es muy conocido porque juega en el Caja. Puff. A mí es que el baloncesto, como que no. No entiendo ninguna de sus reglas, ni porqué no puede uno llevarse el balón cruzando el campo a codazos, poner zancadillas. Si es que… A la Ire, como siempre, se le pegaron los buitragos a mogollón, pero ninguno de ellos era el simpar plumilla de un medio que marca la diferencia. Por culpa de mi camiseta blanquita entallada, de esas que resaltan el físico «espectacular» que uno tiene, una de las camareras me confundió con uno de los encargados de Buddha y me dijo con cierto aire de desesperación: «estoy sin hielo, traeme un par de bolsas y…» Y en ese momento, le sonreí y le dije con la mirada que con tres cubitos era suficiente. Ella se puso un poco sonrojada y ya no me miró a la cara ni una de las veces que repetí. Si me estás leyendo, guapa: ¡Que no pasa ná! Cosas peores me han llamado…
Comentarios recientes