El Conde esperaba a que lo atendieran en la barra de Chocolate cuando de repente, sintió un codazo…
-Con que me llamo «Loli», ¿no?
Sonreí, por no mearme de risa allí mismo, la verdad. Por lo que se ve leyó mi historia el otro día.
-No iba a poner tu nombre verdadero, y menos aún conociendo las malas pulgas que gasta el «Pelopincho»…
-¡El Pelopincho es mi novio y no voy a dejar que ningún imbécil me estropee la relación con historias del pasado.
-El «pasado» fue hace dos años, guapa. No te enfades…
Algún camarero miraba así de reojillo porque la verdad es que esta chica pega cada chillido al hablar que no veas. Menos mal que la música ayudó mucho a atenuar a la «fiera».
-Mira, sé de buena tinta que le has puesto los cuernos a «Pelopin» (la confianza da asco…) al menos con dos tíos más que, por cierto, son bastante poco caballeros porque se ha enterado medio pueblo…Yo al menos puse pseudónimo y no voy contándolo por todos los bares. Además Loli, Pelopin se va a enterar tarde o temprano de tus problemas con la fidelidad.
-Yo no tengo ningún problema. Quiero mucho a mi novio, ¿sabes?
-Claro que sí, pero también quieres mucho a todos los hombres. Si eso no es malo. Hoy en día está de moda el amor plurar, ¿no lo has leído?
-¿Amor plural?
-Claro tía. Mira, Pelopín es un buen tipo, un poco hortera con el coche ese que parece un escáner con tanta luz en los bajos, pero buena persona. Y si tú no quieres dejarlo, él tendrá que compartirte con otros, eso no es malo.
-No lo haré.
Es probable que siga con Pelopín pero aquella noche la llevé a casa y se hizo cierto de nuevo el estribillo: «Una pará en el camino, yo no la cambio por ná».
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