El sábado por la noche se habían cumplido catorce días sin crapulear. Alcohol contenido, ganas de ver a los colegas, a las diosas de las camareras…Desde las ocho de la tarde, el móvil echaba humo. Negro, Cabrilla, Pitufo…Todos estaban deseando pillar un bar por banda. Las chicas que esclavizan a mis amigos se fueron por su lado al concierto de Manolo García…¡Yuju! Todo perfecto. Como en aquellas noches de la «postadolescencia». Solteros, deseosos de meter cuello, de crear historias, de contar trolas a las mujeres. Noches para el amor fugaz en la parte trasera de un coche y el «sitehevistonomercuerdo»…Pero no pudo ser. Se cumplió todo menos la última palabra entrecomillada. He de admitirlo. Estoy colado por una mujer. ¡Arghhhh! ¿Qué hago? Esto es incontrolable. ¡Pero si era como todas! Morena, resultona, de estas a las que hay que buscarle el «guapo» pero lo tienen. Faldita, bailona, bebedora, un poco fumadora (¡me cachis!) pero, ¡qué demonios! Si hasta me fumé un cigarro entero para acercarme a ella así, con aire desenfadado. Pero la cosa se ha descontrolado. Después de enrollarnos un poco («poco» para como está hoy el personal, claro) la dejé en su casa, nos dimos los teléfonos y el domingo a tomar café. Y esto sigue. ¿Qué hago? No sé si hacer un sondeo para ver si continúo o no con ella. Llevo 5 días de relación estable. Esto me pone tenso. Mis amigos me mandan sms’s del tipo «Hola Kalzonazos, aver si tiens cohone de kontar lo d la piba en la kolunnita del urba7». Pues aquí tenéis. El Conde lo admite. Tengo una especie de novia. Un rollito prolongado. Una continuación del aquí te pillo, aquí te mato del fin de semana. Pero la dejaré. «Bea, hemos terminado», le diré. Soy un profesional de la noche y esto es un manchón en mi curriculum. No volverá a ocurrir. El jueves que viene os cuento.
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