El heavy monta las fiestas porque, según su mujer, «no le dejan entrar en ninguna discoteca y además odia la música comercial». No me extraña. Parece Don Pim Pom con greñas y las zapatillas Paredes negras ya no se llevan. Su esposa se llama «Fany», -vamos, Francisca o Paca que decimos por estas tierras-, y tiene mejor aliento que él. Como soy un joven muy curioso, aproveché para invitarla a tomar una copa el viernes por la noche. «Perfecto, además Mike trabaja», me dijo con una sonrisa algo pícara mientras meneaba el buzón de correos, tras descolgarlo, en lugar de abrirlo con la llave como hacemos los mortales normales. Desde un primer momento confirmé todas mis sospechas: a Fany le va la marcha mogollón y aunque sea heavy no le gusta nada tener que aguantar al gordinfla que tiene a su lado. Su forma de vestir es curiosa y, a pesar de sus excentricidades, me mola. La camarera más guapa de Sevilla, sí, la chica de Bramante, me puso esa noche lo de siempre y a ella un Jack Daniels con cola. «¡Qué típicos sois todos los heavys», le dije. «Siempre con el Jack Daniels, las uñas negras…¿No os cansáis?». «No creas, algunos guardamos sorpresas en nuestro interior», me contestó. Claro, no es que usted, estimado o estimada lectora tenga la mente calenturienta. No. Es que, a ver, ¿qué puedo pensar que guarda en su interior una mujer que menea la copa haciendo círculos y me echa el humo en la cara? Una sartén, un armario, una recopilatorio de María Jiménez…Evidentemente no. Guarda lujuria, pasión y ganas de meterse en la cama con algo que tenga menos pelos que ella en la cabeza. Yo la comprendo. Pero vayamos tranquilos, que no hay que precipitarse. Esa noche la dejé en casa tempranito, antes de que viniera Mike quien, en breve, se parecerá al ciervo de Jagermeister. No seré heavy pero, ahora más que nunca, «I’m on the highway to hell».
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