Lo de guardar el anonimato no es un capricho. Es una forma de poder contar lo que me dé la gana sin tener que pensármelo dos veces.
Porque, claro, el Conde por la noche es un golfo hecho y derecho pero, por las mañanas y a veces hasta las tantas, también es un trabajador que bien podría desarrollar su labor como abogado o gestor en frente de un montón de carcamales con corbata, por ejemplo…
Pero claro, en el fondo no soy anónimo. Mis acciones me delatan bajo ese pseudónimo que describe casi a la perfección cómo es mi forma de ser.
En ocasiones, me escriben lectoras que piensan que soy pijo; otras creen que soy alternativo o cosas así. En realidad soy una mezcla de todo. El secreto está en ponerse lo que a uno le dé la gana, pensando siempre en el sitio al que vas. Porque por muy alternativo que seas, no te puedes perder un sarao “osea que genial ultra top” si hay canapés de gorra y tiempo para ver a algunos ricachones que siempre cuentan cosas interesantes. Tampoco puedes renunciar a disfrutar de un conciertazo de O’Funkillo o a divertirte como un cochino en un charco en una fiesta discotequera porque la corbata se te haya enterrado en la piel.
Soy un golfo normal y corriente. Palabra de Conde.
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