Ahora me he metido a dar clases de baile. Bueno, a dar no, a recibir, porque no es lo mismo que te den o que tú des… El caso es que la profesora dice que siempre tengo la “pachanga” encima y no entiende mi meneo continuo. Creo que el problema es que no sabe ver al Patrick Swayze que llevo dentro. De hecho nadie lo ve, sólo yo y, todo lo más, mi madre y mi abuela. Pero vamos, a lo tonto, y con el rollo de ir de graciosillo, ya me he hecho con la simpatía de algunas alumnas y, al fin y al cabo, eso es lo importante. No nos engañemos, eso de aprender a bailar “por quemar grasas”, “por eliminar estrés” y esas chorradas está muy visto. Aprendemos a bailar para poder pegarnos a las mujeres con propiedad y conocimiento, y para que no parezcamos babosas que sólo miran a su cuello y a sus tetas. Total, somos quince aprendices y, entre ellos, sólo tres hombres. Guay, ¿eh? Estamos rifados los tíos. A ver si me aprendo algún paso más, que de momento sólo sé los básicos y dos más…y ¡ya me lío! Os mantendré informados.
Llegó el clasicazo de mayo. Fede Quintero cumplió veintipremios años y lo celebró en el Anubis, en la calle Torneo, con estancia en la terraza trasera hasta que nuestras voces eran incompatibles con el sueño de los vecinos. Estaban todos sus colegas, hasta Mr. Keaton, que llegó desde Albacete después de ver el partido aburrido de la Selección Española. Nos lo pasamos bien, la verdad. Mención especial a la Araña Ocaña y a su piruleta chupeteada pegada en la frente. Sí, estaba borracho y encima su novia se tuvo que ir sola a casa. ¡Te parecerá bonito! La tranca de algunos era tal, que se pusieron a cantar canciones del Ché Guevara intercaladas con el “Cara al Sol”. Ahí, ahí, con las ideas políticas claras. Mañana se casa el Matres. Otro soltero menos, y yo, que sigo librándome
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