Seguro que en más de una ocasión te han pillado comiendo, fregando platos o viendo el culebrón venezolano en la sobremesa. Igual estabas en el baño -en tu “momento all-bran” o en el momento “mi agüita amarilla” o haciendo lo que cualquier adolescente a las 4 de la tarde en época de exámenes- o a punto de salir, con los niños correteando por el pasillo y pateando la puerta del vecino calvo cabrón que tienes en la puerta de enfrente y que gasta
una mala leche de mil pares.
Sabes que una vez por semana, como mínimo, te pillará. “Hola, buenas tardes, ¿podría hablar con el señor…”. ¡Mierda! Sabes que estás perdido. No es tu colega, porque siempre empieza con aquello de “¿Qué pasa cabesa?” y nunca te diría “señor”. Tampoco es tu madre, que es más de “Y mi niño bonitoooo” (a pesar de que ni eres niño y, mucho menos, bonito).
Es ella. La Xxxx teleoperadora de turno que te llama para ofrecerte desde la última colección de la enciclopedia Espasa Calpe (creedme, existe todavía), una vaporetto inútil o, la estrella, ¡El ADSL divino de la muerte mejor que el de Telefónica!
Pues bien, el Conde ha desarrollado toda una serie de conductas evasivas que han dado sus frutos y que, sin más dilación, pasa a compartir.
CASO 1
Llama la operadora para ofrecerte un curso de XXXXXX.
Sigue leyendo la canallada Técnicas de evasión para evitar el coñazo telefónico
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