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Has surcado conmigo los cielos de medio mundo. Has alojado en tu seno mi cartera, mis MP3s, mis teléfonos, cargadores, medicinas, chucherías… Siempre sin protestar. Ni siquiera cuando algún poli americano sin escrúpulos rebuscaba en tu interior buscando restos de alguna sustancia ilegal o de algún explosivo en polvo antes de coger un avión. Ni siquiera [...]
Seguro que ya lo he dicho en otras ocasiones, pero el no ver a Michael Jackson en el O2 por su fallecimiento ha sido una de las mayores decepciones/putadas de mi vida. No ya por verle en directo, que también, sino porque ha muerto y no podré escuchar nunca más material nuevo de su creación.
El próximo [...]
El año pasado tuve la suerte de visitar el penal de Alcatraz en San Francisco. “La Roca”, como la llamaban sus presos, es un lugar frío, donde el ruido constante de las gaviotas que sobrevolaban el islote se vuelve insoportable a los pocos minutos. El agua que lo rodea todo llega a calar hasta los muros por lo que, a buen seguro, quien daba con sus huesos en Alcatraz experimentaba durante su estancia un existencia inolvidable.
La Roca es, con diferencia, el monumento más visitado de Estados Unidos. Y no me extraña. El cuidado que se ha hecho de las instalaciones es excepcional. No se ha restaurado ni se ha mejorado. Se practican los cuidados justos para que se mantenga exactamente igual que en 1963 cuando fue clausurada porque el gasto era inasumible para el Gobierno estadounidense. Sigue leyendo la canallada En la celda de Frank Morris
Nueve menos cuarto de la mañana. Suena el despertador. Es el comienzo de un nuevo día de trabajo, atascos, retos y estrés a raudales. Es el inicio de todo eso que tan poco me gusta pero que tanto necesito. A veces, lo pido a gritos para no dejar hueco al pensamiento. Sin embargo, antes de que todo eso ocurra, hay un momento que dura sólo unos segundos, en el que me quedaría durante horas.
Ese pequeño trance -entre el sueño profundo y la conciencia plena del nuevo día- es para mí un trasunto de paz. Es un momento en el que no hay alegría o tristeza, no hay tiempo, no hay edad. No hay nada más que algo cercano a tu propio ser. No hay vínculo con el tiempo y la mente no juzga, no te lleva hacia adelante o hacia atrás en el tiempo. No te recuerda si anoche perdistes a un ser querido y lo llorastes hasta quedar dormido o si, fruto del azar, te convertiste en el mayor de los millonarios. Es tu esencia, sin tiempo, sin prejuicios, sin la identificación con el “yo” que, en unos minutos, se autocompadecerá de sí mismo bajo la ducha por ese largo día que tan cuesta arriba se presenta. Sigue leyendo la canallada Perdido en un puñado de segundos
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