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La crítica es prácticamente unánime: Avatar es un peliculón impresionante en el apartado visual y en cuanto a concepto. Los más escépticos creen que el guión es su único talón de Aquiles y que, sin ser malo, no está a la altura de lo que se esparaba… o de otras películas que han hecho historia como Matrix.
Cada década tiene su película. En los 90′s Matrix supuso una revolución total en el mundo del séptimo arte, entre otras cosas por sus fantásticos efectos especiales y la aparición del famoso “Bullet Time” (empleado recientemente, por cierto, en el capítulo más caro de la historia de CSI). Sigue leyendo la canallada ¿Crees que ‘Avatar’ supone una revolución similar a ‘Matrix’ hace una década?
Fijar tu visión en un objeto y no en toda la escena, por muy rica en detalles que sea, puede ser una buena opción para evitar el "Avatar H3adache". Imagen: Shadow Locked
El Conde todavía no ha podido ir a ver la película de James Cameron, aunque según algunas críticas como la de Federico Casado Reina, se trata de una de las mejores de la historia por muchos motivos. ..
Pero el objetivo de este post no es otro que ayudarte a evitar el dolor de cabeza que te puede suponer ir a ver este peliculón. Según la web Shadow Locked, hay un grupo mínimo de espectadores que experimentan esta sensación desagradable cuando acuden a ver el film de James Cameron. En realidad no es algo “exclusivo” que les ocurra con Avatar (puede ocurrirte con cualquier película en 3D tipo “Up” de Disney/Pixar).
Según se cita en varios foros de la Red, para acentuar la ilusión de las 3D Cameron ha podido abusar a la hora de limitar la profundidad de campo con la que se tomaban las escenas o se elaboraban las imágenes renderizadas. Varios expertos inciden además en que el denominado “Avatar H3adache” tiene otro aliado: la presentación de un entorno tridimensional muy rico en detalles sin poner en bandeja al espectador un punto de enfoque en la escena (filmada o renderizada). Sigue leyendo la canallada Cómo evitar el dolor de cabeza con las películas en 3D como Avatar
En el colegio público pucelano Macías Picavea no sólo se han eliminado los crucifijos, sino también la foto del Rey
España votó hace casi dos años a un presidente que tenía ante sí uno de los mayores retos de la historia reciente: preparar a un país para superar el peor temporal económico que se recuerda, frenar la destrucción de empleo y solucionar los problemas de desigualdad y celo que se empiezan a dar en guettos donde malviven inmigrantes y familias españolas de clase baja (caldos de cultivo, a la postre, para la aparición de hordas que atracan, queman coches y hacen esas cosas que ya hemos visto en países vecinos). Algunos pueden ver esto último como la foto fija “exagerada” de algo que ocurre en algunas barriadas españolas, pero sólo hay que echar un vistazo a las tres últimas décadas de Estados Unidos, Francia y otros países desarrollados para entender que es un problema muy a tener en cuenta.
Pero sin embargo, a ZP le ha dado por meterse a limpiadora donde no debe para no afrontar la suciedad y la podredumbre que de verdad genera mal olor, molesta y hace sufrir a los españoles. Adoctrina a sus secuaces -los presidentes autonómicos y alcaldes de ayuntamientos afines- para que hagan lo propio. Y en lugar de limpiar y acondicionar la economía, agilizar las administraciones (acondicionar al conglomerado de funcionarios disfuncionales podría ser un buen primer paso) y controlar y adecentar los suburbios donde se está cociendo la sociedad que nos castigará en los próximos años, se dedica a (redoble de tambores): ¡limpiar las aulas de crucifijos y cuadritos del Rey!
Sigue leyendo la canallada Zapatero encuentra y erradica la causa del fracaso escolar: los crucifijos
He de reconocer que no he vuelto por las Urgencias del Hospital de Valme desde hace casi tres años. Tras sufrir un pequeño calvario que ahora les voy a relatar, no dudé en sacarme un seguro médico privado para cuando hiciera falta (por suerte, toquemos madera, poco…). Así que todo lo que voy a contar sucedió hace mucho tiempo aunque por lo que me comentan, tampoco han cambiado mucho las cosas…
Pacientes amontonados en una zona habilitada en Urgencias. Sin baño, por supuesto...
Primavera de 2007. Quien os escribe llevaba algunas semanas algo flojo, con algunos mareíllos y pocas ganas de comer. Tras acudir en un par de ocasiones a las urgencias del ambulatorio de mi barrio (donde me trataron bien, a pesar de achacar los mareos en primera instancia a un tapón de oído y a las siempre socorridas cervicales…), decidí acudir a urgencias del Hospital de Valme una tarde en la que ya tuve un mareo más chungo que me preocupó realmente. Salí del trabajo y fui allí directamente.
Tras esperar durante algo más de una hora -hasta cierto punto, comprensible…- entro en una sala donde me atiende una chica joven que, con toda su buena intención, y tras un breve examen ocular, me dice que puedo tener Menière y me pide que me haga unas pruebas que, con suerte, tendrían lugar un par de meses después…
Con la intranquilidad en el cuerpo decido pedir cita a la consulta del doctor Pablo Muñoz Cariñanos (gran médico y mejor persona) quien me tranquiliza diciéndome que mis mareos podrán venir de otro sitio, pero que mi oído está perfectamente. Es más, su instinto y su ojo clínico -ése que no se cultiva en las aulas de Medicina- le llevan a recomendarme una “vida más tranquila” y a apuntar al estrés como posible desencadenante de toda una cadena de síntomas desagradables (mareos, sensación de irrealidad, pitidos en los oídos, estómago hecho polvo…).
Pero los mareos no se iban a ir (entre otras cosas porque tampoco hacía una vida más tranquila) y una noche, mientras comía en casa de un amigo la cosa se puso fea. Acudí a eso de medianoche, de nuevo, a Urgencias del Hospital de Valme. Esta vez no me iba a ir de allí sin un diagnóstico fiable. Estaba dispuesto a esperar lo que fuera necesario, aunque quizás no tanto como el destino me tenía reservado…
Sigue leyendo la canallada El Hospital de Valme: un ejemplo de la Sanidad Pública desbordada
En esta vida hay tres tipos de deportistas. Se les identifica desde bien temprano:
1.- Aquellos que juegan bien a todo. Tienen buen físico, nunca miran con cara de “me muero” al profe de gimnasia cuando pide otra vuelta más al campo…
2.- Los que odian la gimnasia y cuando llega esa maldita hora, marcada a fuego en el interior de la tapa del plumier, se echan a temblar. No juegan bien a nada y deciden apartarse. Prefieren buscarse a una buena amiga con la que charlar, manos en bolsillo, mientras miran -de una forma “especial” que años más tarde comprenderán- como sus otros compañeros pelean por la pelota de baloncesto. Estos acaban por tener el mejor físico a partir de los 17-18, pero ahí no voy a entrar porque va más bien de “salir”.
3.- Y después están los que son como yo. Me gustaba la gimnasia porque implicaba no estar en clase. Nunca destaqué en ningún deporte -con la excepción del ping pong porque no requería mucho fondo físico- y me gustaba “picotear” de casi todas las disciplinas sin poner pasión en ninguna (porque tampoco tenía aptitudes). Jugaba al tenis de forma mediocre, jugaba al fútbol de forma mediocre (hasta que cumplí los 20… entonces empecé a jugar fatal aunque sigo siendo el máximo goleador en el ránking de eficiencia de Los Niños del Barril), jugaba al voleibol de forma mediocre, patinaba de forma mediocre, pero estando ahí, en lo que yo denomino “la línea de 6″, uno puede estar en casi todos los foros y poder participar haciéndolo “bien”.
Vuelve el perro arrepentido, con su mirada tan tierna, con el hocico partido...¡con el rabo entre las piernas!
Sin embargo, había un deporte que no había intentando. Una disciplina para gente preparada, para físicos portentosos, para mentes arriesgadas, para intrépidos vaya. Sí, el esquí.
En nuestra pandilla tenemos uno de esos miembros que estaría en el número 1. Mi amigo Migue, además de tener una interesante filosofía de vida que no estoy autorizado a revelar, juega bien a todo. Pádel, Ping Pong, Baloncesto…y esquí.
Corría el mes de marzo de 2007. El Cabrilla, Waxi y algun@s más decidimos aventurarnos en ese mundo. Migue iba a ser nuestro monitor. Yo patinaba bien así que, ¡qué demonios! Esquiar no iba a ser tan difícil. No sé por qué absurdo motivo pensé que patinar y esquiar tenían algo ver…
Sigue leyendo la canallada Mi primer día de esquí en Sierra Nevada…
La quinta temporada de la mejor serie de la historia terminó a lo grande: Juliet viva o muerta en el fondo de un agujero que absorbía todo lo que había a su alrededor, Jacob muerto a manos de Benjamin Linus, Locke también ¿muerto? y toda la pandilla esperando que esa incursión en el hoyo por parte de Juliet acabe por devolverlos a todos la “normalidad”.
La sexta temporada de Perdidos es, con mucho, el acontecimiento televisivo más esperado en 2010. En dos meses, los enganchados estaremos descargando los capítulos -subtitulados o no, depende del “mono” que tengamos- para ir devorando algo que, en nuestro interior, no queremos que termine.
Porque el final de Perdidos puede llegar hasta ser previsible. Lo más obvio, viendo el devenir de los acontecimientos, es que la serie acabe con los pasajeros del Oceanic 815 llegando a Los Angeles como si nada hubiera pasado porque alguien evita que se deje de meter la secuencia 4 8 15 16 23 42. ¿O no? Porque Faraday explicó, antes de ¿morir? que el tiempo es como una calle por la que puedes avanzar hacia delante o hacia atrás, pero no puedes cambiar nada.
Ahí está el miedo de los seguidores de Lost: son tantos los caminos abiertos, tantas las incógnitas sin despejar que ni siquiera Faraday en sus mejores años en Oxford sería capaz de resolver al 100% una ecuación maravillosamente caótica en sólo 17 capítulos (los que tendrá la sexta temporada). Hay tantos millones de seguidores escudriñando cada fotograma de cada episodio que es complejo que a los guionistas no se les quede nada en el tintero. Sigue leyendo la canallada ¿Qué nos espera en la sexta temporada de Perdidos?
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