España votó hace casi dos años a un presidente que tenía ante sí uno de los mayores retos de la historia reciente: preparar a un país para superar el peor temporal económico que se recuerda, frenar la destrucción de empleo y solucionar los problemas de desigualdad y celo que se empiezan a dar en guettos donde malviven inmigrantes y familias españolas de clase baja (caldos de cultivo, a la postre, para la aparición de hordas que atracan, queman coches y hacen esas cosas que ya hemos visto en países vecinos). Algunos pueden ver esto último como la foto fija “exagerada” de algo que ocurre en algunas barriadas españolas, pero sólo hay que echar un vistazo a las tres últimas décadas de Estados Unidos, Francia y otros países desarrollados para entender que es un problema muy a tener en cuenta.
Pero sin embargo, a ZP le ha dado por meterse a limpiadora donde no debe para no afrontar la suciedad y la podredumbre que de verdad genera mal olor, molesta y hace sufrir a los españoles. Adoctrina a sus secuaces -los presidentes autonómicos y alcaldes de ayuntamientos afines- para que hagan lo propio. Y en lugar de limpiar y acondicionar la economía, agilizar las administraciones (acondicionar al conglomerado de funcionarios disfuncionales podría ser un buen primer paso) y controlar y adecentar los suburbios donde se está cociendo la sociedad que nos castigará en los próximos años, se dedica a (redoble de tambores): ¡limpiar las aulas de crucifijos y cuadritos del Rey!
Así sí ZP. Porque esos crucifijos molestaban mucho. Y ésa y no otra, es la explicación del fracaso escolar. ¡Por eso llegan los alumnos al último curso de cualquier carrera con tremendas faltas de ortografía! Al pagano le distrae el crucifijo y la imagen de Don Juan Carlos. Así que, una vez detectado el mayor problema de este país, permítame sugerirle un par de modificaciones más: quitar las pizarras porque el polvo blanco que cae de las tizas produce alergia en muchos alumnos y profesores e irrita los ojos. De paso, eliminemos las sillas y los pupitres que no son completamente anatómicos y producen lumbalgias.
Por supuesto, al diablo también con las mochilas, que deforman las columnas vertebrales para siempre, y con ellas los libros, los cuadernos, lápices y plumieres. Pongamos cojines en el suelo e introduzcamos nuevos métodos educativos como, por ejemplo, ver el programa “Sálvame” en las clases vespertinas. Abramos las mentes cerradas y seamos una sociedad realmente aperturista.
Tras esta diarrea irónica, el estreñimiento de un país que no sabe como echar fuera todo lo que sobra e incorporar lo que falta. No se trata de expulsar inmigrantes, que probablemente puedan tener su función y una nueva vida en España; el capitalismo exacerbado tampoco es la solución a la vista de los resultados y creer que el PP tiene la varita mágica sería un ejercicio irresponsabilidad enorme (aunque dudo que lo hicieran peor).
Pero quitar crucifijos, fotos del Rey, cambiar de nuevo la ley del tabaco a los hosteleros que se gastaron un dineral en reformar sus locales hace un par de años, tener una política errática con los militares -y ni hablemos de los secuestrados- en el extranjero, perseguir al católico e idolatrar y sobreproteger al homosexual (que nadie tome esto como homofobia ni mucho menos, sino que, ¿no somos todos iguales? Pues erradica las desigualdades y castígalas…con eso basta) como punta de lanza del aperturismo ¿? no parecen las líneas más adecuadas…
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