Antes de que se me olvide, tengo que decirle a Nati que no pude ir a la fiesta de Erasmus porque me pilló en Chiclana y abrí el correo electrónico tarde. ¡Lástima! La próxima vez me apunto a lo que sea, en serio, y más con el buen olfato que parece tener nuestra lectora para las juergas. Bueno, voy a lo de esta semana, que me trae de cabeza. Resulta que este finde me llevé a una chica, a la que conocí hace no mucho, a un hotelito de La Barrosa. Como soy un caballero, no esperéis detalles escabrosos y no preguntéis sobre si hubo o no sexo porque, evidentemente, lo hubo. No me voy a gastar el dinero para ver canales alemanes en la tele ¿no? Ejem. El quid de la cuestión está en que ella está mosca por el escaso control que tenemos los hombres sobre «él». En fin, a mí estos temas me ponen nervioso. «Pero bueno, si a ti se te acerca cualquier chica en la discoteca y te roza con el culo, ¿qué?», me preguntó en medio de un baño en la piscina. Claro, no le iba a contestar «pues me pongo Pinocho, Pinocho…». Eso es súperborde e impropio de un aristócrata venido a menos como yo. La dignidad y la seriedad no se pierden nunca…¡Pero si es así! ¿Qué le vamos a hacer? Ella se enfada. «Tienes que controlarlo, eso es ser infiel», sentenció. Y, claro, me dejó más desorientado que un pedo en un jacuzzi (perdón). Las mujeres deben entender que «él» decide su forma de vida, la hora de levantarse y acostarse y todo lo demás. «¿A qué hay hombres impotentes? Si ellos pudieran controlar a su ‘pizarrín’ el mundo sería más sencillo. Pero no es así». La explicación es convincente, ¿eh? A ella, desde luego, la dejó más tranquila. Así que chicas, no os enfadéis con vuestro novio por esas cosas porque es cierto que para él, sin comillas, sois la mejor del mundo, pero para «él», siempre habrá otras…¡Qué insoportable y problemática dualidad!
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