Excursión a Granada pero dejando la montañita lo suficientemente lejos. Que síiiiiiii, que Sierra Nevada está muy bien. Todos hemos hecho con diecimuchos o veintipocos un botellón en la nieve y hemos comprobado, con disgusto, como los cubatas no están buenos cuando les echas un puñado de escarcha. Y, sí, las noruegas están muy buenas, las francesas también y las holandesas y las suecas…y si te toca la lotería y ligas, mejor: puntazo cosmopolita e historia para el próximo camping y/o fogata campestre. Pero a mí me gusta más la Granada nocturna de la calle Elvira y sus alrededores. Todo repletito de bares con jazz en directo, conciertos de rock y copas y chupitos a precios competitivos. El Negro y yo pudimos dar buena fe de ello. Tuvimos que hacernos pasar por esquiadores y para meternos en uno de esos viajes que organizan los pueblos (no digo cuál porque si no se nos acaba el rollo y pronto hay otro viajito…) para llevar a sus paisanos a ver la nieve (sí, como en las pelis de Alfredo Landa). En el autobús todos los colegas iban obsesionaítos y hablaban de “remontes”, “forfeis”, “cremita pa la cara”, “gafitas con filtro no sé qué”…Mientras tanto el Negro me retaba a ganarle al fútbol en la videoconsola que había traído en la mochila. Sí, ese fue nuestro finde: videoconsola, botellón en el hostal y fiesta hasta las tantas por las calles de Granada. No fuimos los únicos. Conocimos a dos chicas de Navarra, Ainhoa y Laura, que habían venido desde el norte para esquiar pero se les había agotado el tiempo y no habían visto la nieve ni de lejos. Ya me habría gustado a mí esquiar con ellas en el hostal, pero no pudo ser. Lo único que echamos fueron “unas risas”. Repito: calle Elvira y alrededores. A la vuelta, la mitad del autobús iba quemada por el sol y la otra magullada tras haber aprendido a hacer “la cuña” y a tirarse de lado cuando los esquís corren más que tú. Y todos inventándose trolas para no ir a trabajar el lunes. Una prueba más de que el deporte no siempre es mejor que el alcohol.
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