La otra noche estuve charlando por Internet con un lector que, curiosamente, estudió en el colegio donde yo estudié y vive en el barrio donde yo viví. También es fan absoluto de Espinete y Chema “El Panadero”, -aunque coincidimos en que la parte trasera de la panadería tenía toda la pinta de ser una tapadera-. Desde aquí le mando un saludo a “Stainkor” porque fue divertido charlar con él. En fin, mi amigo el Cafre nos invitó a su despedida de soltero. Su novia se fue a Paladium a rodearse de macizorros, platos con formas fálicas y bebidas exóticas. Me cuentan que las peores, como siempre, las cuarentonas y cincuentonas, que ven a un boy y les tiembla hasta la pituitaria, por no contar los pellizcazos, -y bocados-, que le meten en el culo a los infladitos del gym. Nuestra noche masculina prometía ser más divertida…Empezamos en una tasca. Tasca, tasca. Nada de carpaccios y cosas modernas de ésas. Solomillitos con papas fritas y tintorro en plan comuna hippy. Después nos fuimos al Azúcar de Cuba, donde los mayores se extrañaron de que 28 “mojitos” nos costaran 170 euros. Botellona en la furgoneta hasta llegar al American Show, en la avenida Kansas City, el local que antes era de striptease únicamente y en el que ahora hay unas chicas que te abrazan nada más llegar y te dicen “Dame un besito mi amol”. Conseguí zafarme de tres de ellas porque el “prota” era el Cafre. Nos hicieron un striptease privado en un cuartillo chico a los catorce y nos dejaron salir con varios grados corporales más cada uno. Algunos veteranos se fueron después al “Colores”, -aquello creo que no sólo es para striptease-, a ver cómo estaba la cosa. Yo me fui a seguir de bares por Sevilla porque el Conde es un romántico que prefiere seducir antes que pagar.
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