El viernes, mientras paseaba por el Chile, pude observar cómo la Policía Local no era capaz de hacer nada contra varios cientos de jóvenes, -por la edad algunos parecían estar desafiando a los Lunnies-, que ocupaban cuatro de los seis carriles que componen aquella calle. Un gran macromegahiperbotellón. La estampa llegó a ser preocupante por el gran número de personas que estaban invadiendo la calzada y que cruzaban como si los coches no fueran sólidos impenetrables. Ya sabemos que a algunos el alcohol los convierte en superman, spiderman o hasta en geyperman, pero vamos a tener un poco de cuidado que después dicen que los jóvenes somos borrachos y temerarios. Lo primero vale, pero lo segundo cuesta vidas, así que vamos a contenernos un pelín que el asfalto está tela de duro. El sábado, ya en Málaga, salí por Puerto Banús. Ya os lo he dicho otras veces. Aquello es como el Salón del automóvil, del yate, y del pijo-guiri-sonriente, pero al aire libre. Te paseas con un Mercedes o un BMW descapotable y ni te miran porque no es igual de fashion que un Porsche Carrera 4, un Rolls, o un Ferrari F50. Ni que decir tiene que el tunning está penado con cárcel y que un Golf o un Fiat Stilo son coches para que el mayordomo lleve el flotador del yate al muelle. Allí casi todo es caro, carísimo, pero puedes comprarte una camiseta molona y barata en el Poco Loco y comer en el Burger King, o pillarte unos trapitos de Armani y comerte la mariscada esa en la que te dejarías el sueldo de un mes. Y en los bares igual. Copazos a 8 euros con DJ’s que, como el de Siddharta, ponen música muy bien pinchada, o bares más normalitos con copas a 4,5 euros. No como aquí, que da igual lo que pidas, porque una coca cola vale ya 3 euros en Boss. Por cierto, ¿se os ocurre alguna medida para hacer que abaraten las copas? Yo, propongo una huelga…
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