La historia de hoy también podría situarse bajo el encabezado «Sucedió una tarde». Incluso si le añadimos «…de toros», mejor que mejor. ¡Sí! ¿Qué pasa? Fui a los toros. Sé que tengo mucho lector antitaurino, pero qué se le va a hacer. De vez en cuando al Conde le gusta moverse por ambientes de ésos en los que la gomina, el patillaje currojimenesco y los jerseys del caballito, el cocodrilito y todo eso que ya sabemos, son las constantes. Es lo que diferencia a los ricos de «los otros» que, en esta ocasión, no es una peli de Amenábar, sino el colectivo formado «por el populacho», que diría mi amiga Irene. En esos saraos se oyen frases del tipo «Esto es mejor que morir de caché». Sin comentarios. ¿Cómo leches se muere uno de caché? ¿Dónde está ese órgano en el cuerpo? Porque, claro, imaginad que uno llama al médico y le dice: «Doctor, creo que me estoy muriendo de caché…». Te puede responder que esa enfermedad no la curan en la Seguridad Social. Por lo que pude entender mientras deambulaba junto a Charlie entre «ellos», -los que no son «los otros»-, eso del caché tiene que ver con tu coche (mínimo un X5 de BMW, porque si no, tendrás otra cosa, pero del caché, olvídate…), con tu bolso, con los pantalones… ¿La corrida? Pssé. El tal Salvador Vega lo hizo bien y los Manzanares estuvieron flojitos ante unos toros que, según Charlie, eran una «mansada». Entiendo que no tenían caché. Me fui con él a tomar cervezas, gambitas, choquitos…, en fin, lo propio de un día muy «cachetoso». Con todo, al final se me olvidó pedirle a una de las chicas que me explicara bien el significado de ése bisílabo. Este fin de semana, en la Feria, me volveré a juntar con ellos y ellas. A ver si consigo que uno de esos bombones pijorrines me explique lo del caché…o, al menos que me deje cogerle un caché…te en el Charco la Pava.
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