Tal y como prometí, me acerqué a la Feria para ver cómo el Motosierrín le daba al botoncito y encendía el tinglao. Y me tomé dos vasitos de rebujito -vale, tres- y bailé un par de sevillanas (la que te gusta y la de compromiso con la madre de la amiga de turno) y sobre las dos -vale, tres…vale, cuatro- me volví a mi casa porque quedaba mucha feria por delante.
A mí que me dejen de coñas marineras. En esta feria no hay crisis que valga. O eso, o mis colegas no son tiesos, o los del banco se han estirao dándoles un crédito para que puedan poner el mismo jamón exquiso que en otras citas anteriores. La clase no entiende de crisis, vaya. La caseta de mi amigo “F” lucía tan bonita y tan llena como de costumbre y las jarras de rebujito volaban como siempre. En media hora, de 11 y media a 12 constaté peticiones por valor de unos 12 platos de jamón. Lo dicho, no hay crisis. Un año más me perdí el momento del alumbrao, pero esta vez por un buen motivo: estaba meando.
El amigo C.H. no paraba de decir que el metro es una mierda. “Una señora mierda”. Claro está, es un medio de transporte para el populacho, ¿qué esperabas? Que si tarda mucho, que si hay mal olor en el ambiente…pues reza para que no salga gente haciendo el numerito de la cabra en las estaciones, porque aquí no tendremos la suerte que hay en Londres o Nueva York y no saldrá ningún artistazo. Tiempo al tiempo para que aparezca una diciendo aquello de “Que se me va de las manos, que se me va de las manos…” mientras menea un par de calcetines comprados en Portugal.
Todavía no he ido a la calle del Infierno pero todo parece indicar que este año no ocurrirá. Ahora me voy de nuevo a dar un voltio, así que mañana os contaré cómo ha ido todo… y si puedo, traigo foto.
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