«La DGT ha puesto controles por todos sitios, ¡hip!», me dijo el Cabrilla mientras le cambiaba el agua al canario en los servicios de Boss y el hipo le recordaba que hay que respirar mientras se bebe, porque si no se forman bolsas de aire en el estómago…Eso me hizo pensar que hacía mucho tiempo que no me paraba la Guardia Civil. Salí de la discoteca con el objetivo de encontrar un control de alcoholemia para demostrarle a la Autoridad que soy un joven responsable (esa noche me tocó ser el pringao que no bebe). Tras dar muchas vueltas soportando una cinta de carnavales que había puesto Kike, por fin lo encontré. Allí al fondo, en una salida de la SE-30 estaba él, moviendo el palo amarillo luminoso como la espada de Darth Vader, provocando el miedo en los conductores. «Buenas noches, control del alcoholemia, ¿me deja su permiso de conducir?». Bien, la primera pregunta la aprobamos sin problemas. Le enseñé la cartulina rosa con mi foto de jovenzuelo macizo. Soplé como en el cuento de los tres cerditos. «Cero, cero. Puede usted continuar la marcha», me dijo el poli con cara de enfado. Creo que le mosqueó no multarnos. Mientras tanto, otro conductor ciego perdido soltó algo así como «¿Ves Mariua? Te diijhe que m’iban a pará…». Por el habla, la cara descolgada, la camisa por fuera y los ojos a medio abrir, creo que sobraba el alcoholímetro. Al parecer sacó un pedazo de nota porque lo metieron en la furgoneta mientras le decían que estaba detenido. Yo me fui con la cabeza alta. Canallitas queridos, hay que olvidarse de las copas para coger el coche, ¿ok? En otro orden de cosas, el bodorrio de Beatleman y Esther fue maravilloso, sobre todo en la parte en que los carrozones se pusieron a bailar los grandes éxitos de The Beatles interpretados por Los Escarabajos. Otro casado más. Sálvese quien pueda.
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