El jueves pasado me pasé por Chocolate a ver qué tal sonaban los «Pereza». No puedo decir si son buenos o malos porque sencillamente me fui antes de que empezaran a tocar. El portero del local estaba algo estúpido. No tiene otro calificativo el gorila que te pide invitación para entrar cuando dentro hay menos gente que en una relojería. Así que como entré de mala leche, corregí la trayectoria de la noche y me fui raudo y veloz al cumpleaños de Fede Quintero. Para celebrarlo, el colega cerró un karaoke en la Ronda de Capuchinos y allí nos encontramos un buen puñado de amigos para cantarle cumpleaños feliz y esas cosas que se suelen hacer. A mí lo que me gusta de estos sitios es que la gente es tímida mientras hay más sangre que alcohol en el cuerpo, pero en cuanto la balanza cae por donde tiene que caer, sale el Nino Bravo, el Alejandro Sanz o el Mikel Erentxun que todos llevamos dentro y, ¡hala! ¡A lo loco! Eso le pasa al Canario, que empezó cantando en su estilo, modestamente y con leves meneos laterales y acabó metido en el «público» con las venas del cuello como tuberías. ¡Qué sentimiento le pone! Y eso que nadie le trajo la guitarra para que nos deleitara con su éxito inédito en las radiofórmulas: «Jonás». La cosa acabó bien, sobre todo para mí que me retiré pronto, a eso de las cinco de la mañana. El resto siguió cantando, incluso, las cosas que no estaban en los videodiscos del karaoke, como la antológica «capella» que se marcó Fede con uno de sus clásicos carnavaleros. Eres un crack, chaval. En otro orden de cosas, Tenorio me ha pedido que comunique oficialmente que se retira del mercado, que ya no buitreará a ninguna, que se ha enamorado de verdad, no sé qué historia sobre los ojos de una chica que le dan vida o algo así y que está «morenito». Yo creo que se me está cambiando de acera…
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