La boda del Negro se puede contar de dos formas: vista según él y los doscientos y pico de invitados, o vista por el Cabrilla, Cyrano y el Conde. Me explico. Nosotros podríamos haber empezado el bodorrio como todo el mundo, el viernes a las 18:00 en la iglesia de Santa María Magdalena en Dos Hermanas, haber bebido y bailado hasta el amanecer y volvernos a casa. Pero eso sería de cobardes. Así que convocamos al Negro en Bramante para emborracharlo el jueves por la noche a escasas horas de tener que acudir al altar… Fue inútil. Apareció escoltado por la que iba a ser su futura esposa y consiguió escabullirse. Hubo que improvisar un plan rápido, así que el Cabrilla, Cyrano y yo decidimos emborracharnos mientras profetizábamos un futuro Negro para el ídem. ¡Qué borrachera madre! De verdad que hacía mucho tiempo que no bebía tanto. Claro, como estoy desentrenado… A las 18:00 estábamos los tres, muy dignos, con nuestros trajes puestos y toda la mala cara que os queráis imaginar. ¡Qué fatiguita seca más grande!
El Negro pasó el trámite, dijo “sí quiero” y nadie levantó la mano para decir algo en contra como en las pelis yankis, aunque he de aclarar que fue porque el señor cura no nos dio opción, que si no, a mí se me ocurrían un par de motivos para evitar la debacle.
El convite fue genial, sobre todo porque pude descubrir que Carmen, la chica que ostenta el título de “camarera más guapa de Sevilla”, ¡tiene piernas! Claro, yo siempre la veo detrás de la barra mientras me pone esos whiscazos en vaso ancho que quitan el sentido. O sea que ahora, además de guapa, puedo certificar que tiene un “tipito muy mono”, por decirlo en plan finolis. Para el recuerdo dos momentos: al Negro intentando evitar que la muchedumbre le quitara los calzoncillos (no sé…antes en mi pueblo se quitaba la liga a la novia…) y al Soldao dando a última hora un conciertazo metido en la piel del cantante de El Barrio. ¡Cómo está el Cuerpo!
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