El finde pasado me fui otra vez a Madrid a ver a mi ligue fugaz (la banquera de la semana anterior). Me llevó a un restaurante del terror llamado «Ghostmoon» que era para flipar. Allí dentro los camareros van vestidos de Drácula, de Frankenstein y todo el decorado es como un gran castillo con cementerio incluido. Muy oscurito todo. Impresionante la ambientación y el sonido y sólo un poquito de reparo a eso de llamar «dedos amputados» a las salchichas en la carta de platos, pero bueno, formaba parte del guión. También he de decir que fue un clavazo y que la cuenta la pagué yo por ir de sobraíto. En cualquier caso, os recomiendo ir a verlo. Está en un centro comercial de estos a las afueras de Madrid (claro, a las «adentras» ya no cabe nada más). Sobre la chica esta…pues ya me estoy cansando…físicamente. Yo la veía muy así con el «cari» todo el día en la boca, con los arrumacos verbales que, hombre, están bien un ratillo, pero cuando cada 5 minutos tu móvil parece una línea erótica… La noche del sábado me di cuenta de que pertenece a ese grupo de mujeres a las que les gusta…no sé cómo decirlo…llamar a la cigüeña varias veces cada noche aunque sea con monedas de plástico (no sé si la metáfora es adecuada, pero tengo lectores menores, ¿eh?). ¿Ninfómana? No. Nunca he creído que eso exista. Lo que pasa es que cuando una mujer quiere tener sexo con un hombre con igual o mayor frecuencia que él, es que ella es ninfómana…El Negro cree que eso es una bendición. Sí, claro. Además, imagino ya el día en que venga a verme aquí a Sevilla y vayamos a Antique, a Boss… ¿Qué ocurrirá cuando mis niñas de siempre me vean con una chavala a mi lado que me sobetea continuamente? Me estoy agobiando ¿eh? Uff. Me la imagino llegando en el Ave y todo lo que le habrá dado tiempo a pensar en 2 horas y media. Eso sí, al menos estoy perdiendo peso. A esta mujer la deberían telepromocionar como adelgazante en las emisoras esas en las que no ponen porno a partir de las 12 de la noche.
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