El martes por la tarde me llegó un SMS en el que se leía: “Ven esta noche a Caramelo a partir de las 23:30h a disfrutar de los monólogos y no te pierdas el copyright”. Es curioso como ahora los bares, las marcas de alcohol y las del resto de vicios confesables utilizan un mensajito para llegar a lo que mi amigo el sobraíto llamaría “su Target” (el público que les interesa, vamos). Es ideal. Ellos tienen tu móvil porque algún día -borracho, casi con toda seguridad- una chica mona te dijo algo así como “Hola, ¿Te apuntas a…?” y tú, en ese estado de euforia, le lanzaste un piropo antioriginal del tipo “Yo, por ti, me apunto a una epidemia”. ¡Que nos conocemos, canalla!
Los monólogos en Caramelo son muy divertidos. Yo estuve una de las noches allí con el Chino, durante una actuación de Manu Savaz, un chaval tela de gracioso que formula al respetable allí presente cuestiones como “¿Hasta dónde se lava la cara un calvo?”. También se pregunta cosas como “¿Por qué en las latas de tomate frito pone ‘Consumir preferentemente antes de: VER TAPA’ y no pone directamente ahí la fecha?”. Son los “Grandes misterios de la Humanidad”. Mi amigo Pepe se parece a él, sólo que es bastante menos gracioso y no saca un duro con sus preguntas trascendentales. El sábado, cuando casi no se tenía en pie, me miró y, muy serio, me dijo: “¿Tú sabes si el aire que hay dentro de las ruedas de los coches gira cuando andan?”. Lo peor es que me puse a pensarlo y, hasta hoy, no he podido encontrarle solución al asunto. ¿Vosotros lo sabéis? Da igual. Otro día me preguntó aquello de “¿Sería Dios capaz de crear una piedra tan grande que ni él mismo pudiera moverla?”. Yo no pienso en esas cosas cuando bebo. Es más creo que soy incapaz de articular trisílabos en esos momentos cuando, como mucho, me salen cosas como: “¿Novia yo?”, “Conduce tú”, “Paga tú”, “¿Tienes piso?” o “Mejor en taxi”. Y es que, filósofos de barra hay mogollón.
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