Fiesta en casa de los papis del Conde

Mi amiga Marichús (en adelante, «ex amiga») me llamó el viernes porque se había enterado de que me quedaba solo cuidando el chalecito de mis padres. «¿Te importa que celebre allí mi cumpleaños? No seremos más de 5 o 6», me dijo en un escueto SMS. Pensé «yo y 6 mujeres…». Le dije que sí. Al rato me llamó, diciéndome que un ex suyo (o sea, el ex de mi ex amiga) también cumplía años y que si se podía venir él con «otros 5 o 6 amigos». Yo al capullo de su ex no lo puedo ver ni en pintura. Es el típico perdonavidas con pelo largo que se autodeclara «radical e independiente», pero con 100 euros en el bolsillo sacados del Banco de Papá. Como el Conde, a veces, es gilipollas, pues le dijo que sí a la ex amiga y al aprendiz de Harry el Guarrete. Y no, no eran 5 o 6 por cada parte. Mi ex amiga trajo a unas 15 chavalas y el perdonavidas a otros 30 melenudos fumetoides. Unas 30 scooters poblaban la valla de la casa. Aquello escapó a mi control en pocos minutos. Describiré, omitiendo detalles escabrosos, la escena. Un desconocido meaba en la piscina desde la escalera mientras otro, a su lado, se daba un mamporro contra el cortacésped que, dicho sea de paso, no sé quién lo había sacado del garaje. Los elementos del baño habría sido mejor señalizarlos como una carretera en obras, con luces y conos, porque ¿qué hay que tomar para confundir bidet, bañera, taza y lavabo?.
Las habitaciones fueron ocupadas, por turnos, como si de un club de alterne se tratara. El equipo HI-FI, acostumbrado a Beethoven&Company, sufrió de lo lindo con los Sex Pistols, Rollings y no sé qué más. A las 3 llegó la Poli alertada por un vecino. Me preguntó que si tenía controlada la situación y me dijo que había quejas. «Ayúdeme», le dije, pero ni por ésas. El tío me dejó la multa por escándalo público y se fue. Cuando la plaga se fue tocó limpiar para que mis padres no se coscaran. Quedó bien, pero la vecina está deseando largárselo todo a mi madre porque sale a regar unas 10 veces al día con la que está cayendo buscando por encima de la valla su cara. Moraleja: Nunca hagáis fiestas en casa pero si ocurre, avisadme.

Sierra Nevada no es para mí

Excursión a Granada pero dejando la montañita lo suficientemente lejos. Que síiiiiiii, que Sierra Nevada está muy bien. Todos hemos hecho con diecimuchos o veintipocos un botellón en la nieve y hemos comprobado, con disgusto, como los cubatas no están buenos cuando les echas un puñado de escarcha. Y, sí, las noruegas están muy buenas, las francesas también y las holandesas y las suecas…y si te toca la lotería y ligas, mejor: puntazo cosmopolita e historia para el próximo camping y/o fogata campestre. Pero a mí me gusta más la Granada nocturna de la calle Elvira y sus alrededores. Todo repletito de bares con jazz en directo, conciertos de rock y copas y chupitos a precios competitivos. El Negro y yo pudimos dar buena fe de ello. Tuvimos que hacernos pasar por esquiadores y para meternos en uno de esos viajes que organizan los pueblos (no digo cuál porque si no se nos acaba el rollo y pronto hay otro viajito…) para llevar a sus paisanos a ver la nieve (sí, como en las pelis de Alfredo Landa). En el autobús todos los colegas iban obsesionaítos y hablaban de “remontes”, “forfeis”, “cremita pa la cara”, “gafitas con filtro no sé qué”…Mientras tanto el Negro me retaba a ganarle al fútbol en la videoconsola que había traído en la mochila. Sí, ese fue nuestro finde: videoconsola, botellón en el hostal y fiesta hasta las tantas por las calles de Granada. No fuimos los únicos. Conocimos a dos chicas de Navarra, Ainhoa y Laura, que habían venido desde el norte para esquiar pero se les había agotado el tiempo y no habían visto la nieve ni de lejos. Ya me habría gustado a mí esquiar con ellas en el hostal, pero no pudo ser. Lo único que echamos fueron “unas risas”. Repito: calle Elvira y alrededores. A la vuelta, la mitad del autobús iba quemada por el sol y la otra magullada tras haber aprendido a hacer “la cuña” y a tirarse de lado cuando los esquís corren más que tú. Y todos inventándose trolas para no ir a trabajar el lunes. Una prueba más de que el deporte no siempre es mejor que el alcohol.

Fumar une

La prohibición de fumar en sitios grandes está convirtiendo a los bares de medio tamaño y pubs en lugares de culto a la nicotina. Va uno a tomarse una copa y tiene que atravesar una niebla tipo Londres para llegar hasta la camarera. El otro día, por ejemplo, en Siddharta (Dos Hermanas), se podía apreciar como el local tenía un ambiente bastante bueno, como siempre, en el que los fumadores brillaban con luz propia. Y a algunas parejitas se ve que les sienta genial, porque a la intimidad propia de estos bares así más coquetos, se le añade el que uno no ve un pijo (o un cani, que no quiero suspicacias) por culpa del humo y así es más fácil besuquearse impunemente sin sentir tanto corte. Eso debió pensar el “petaíto” (ya sabéis, mucho gim, mucha gomina, mucha marca del mercaíllo de Alcosa y los brazos en jarra entumecidos) mientras se rozaba con una chica que, honestamente, creo que no era capaz de verle la cara por culpa del humo. Hombre, mirándolo así, el “jumerío” une. Estás en un bar, te enciendes un cigarro y ya estás viviendo peligrosamente. Miras a tus colegas fumetas con complacencia y te falta guiñarles el ojo para decirles “Sí, soy uno de los tuyos”. Es lo que tienen los vicios y, además, está uno como esperando a que entre un “no fumador” y te diga eso de “Perdona, ¿te importaría echar el humo para otro lado?” para coger y contestarle “aaaahhhh, se sieeeenteee, ¿no has leído el cartél de la puerta en el que dice cláaaaaramente: AQUÍ SE PUEDE FUMAR? Pues ya sabes…”. Yo ya no fumo salvo en fiestas de guardar, fines de semana, ferias, bodas y comuniones, y lo dejé sin esfuerzos. Me parece una chorrada lo de los parches. Dejarlo es fácil: échate una novia (o novio) que te prohíba eso que tú y yo sabemos si fumas. Y punto. Tendrás un tic nervioso al principio, chicles, pipas, regaliz…pero pillarás…Y siempre te queda el cigarrito de después de camino a casa. A mí me funcionó.

Los monólogos en Caramelo

El martes por la tarde me llegó un SMS en el que se leía: “Ven esta noche a Caramelo a partir de las 23:30h a disfrutar de los monólogos y no te pierdas el copyright”. Es curioso como ahora los bares, las marcas de alcohol y las del resto de vicios confesables utilizan un mensajito para llegar a lo que mi amigo el sobraíto llamaría “su Target” (el público que les interesa, vamos). Es ideal. Ellos tienen tu móvil porque algún día -borracho, casi con toda seguridad- una chica mona te dijo algo así como “Hola, ¿Te apuntas a…?” y tú, en ese estado de euforia, le lanzaste un piropo antioriginal del tipo “Yo, por ti, me apunto a una epidemia”. ¡Que nos conocemos, canalla!

Los monólogos en Caramelo son muy divertidos. Yo estuve una de las noches allí con el Chino, durante una actuación de Manu Savaz, un chaval tela de gracioso que formula al respetable allí presente cuestiones como “¿Hasta dónde se lava la cara un calvo?”. También se pregunta cosas como “¿Por qué en las latas de tomate frito pone ‘Consumir preferentemente antes de: VER TAPA’ y no pone directamente ahí la fecha?”. Son los “Grandes misterios de la Humanidad”. Mi amigo Pepe se parece a él, sólo que es bastante menos gracioso y no saca un duro con sus preguntas trascendentales. El sábado, cuando casi no se tenía en pie, me miró y, muy serio, me dijo: “¿Tú sabes si el aire que hay dentro de las ruedas de los coches gira cuando andan?”. Lo peor es que me puse a pensarlo y, hasta hoy, no he podido encontrarle solución al asunto. ¿Vosotros lo sabéis? Da igual. Otro día me preguntó aquello de “¿Sería Dios capaz de crear una piedra tan grande que ni él mismo pudiera moverla?”. Yo no pienso en esas cosas cuando bebo. Es más creo que soy incapaz de articular trisílabos en esos momentos cuando, como mucho, me salen cosas como: “¿Novia yo?”, “Conduce tú”, “Paga tú”, “¿Tienes piso?” o “Mejor en taxi”. Y es que, filósofos de barra hay mogollón.

Restaurante (y noche) para no dormir…

El finde pasado me fui otra vez a Madrid a ver a mi ligue fugaz (la banquera de la semana anterior). Me llevó a un restaurante del terror llamado «Ghostmoon» que era para flipar. Allí dentro los camareros van vestidos de Drácula, de Frankenstein y todo el decorado es como un gran castillo con cementerio incluido. Muy oscurito todo. Impresionante la ambientación y el sonido y sólo un poquito de reparo a eso de llamar «dedos amputados» a las salchichas en la carta de platos, pero bueno, formaba parte del guión. También he de decir que fue un clavazo y que la cuenta la pagué yo por ir de sobraíto. En cualquier caso, os recomiendo ir a verlo. Está en un centro comercial de estos a las afueras de Madrid (claro, a las «adentras» ya no cabe nada más). Sobre la chica esta…pues ya me estoy cansando…físicamente. Yo la veía muy así con el «cari» todo el día en la boca, con los arrumacos verbales que, hombre, están bien un ratillo, pero cuando cada 5 minutos tu móvil parece una línea erótica… La noche del sábado me di cuenta de que pertenece a ese grupo de mujeres a las que les gusta…no sé cómo decirlo…llamar a la cigüeña varias veces cada noche aunque sea con monedas de plástico (no sé si la metáfora es adecuada, pero tengo lectores menores, ¿eh?). ¿Ninfómana? No. Nunca he creído que eso exista. Lo que pasa es que cuando una mujer quiere tener sexo con un hombre con igual o mayor frecuencia que él, es que ella es ninfómana…El Negro cree que eso es una bendición. Sí, claro. Además, imagino ya el día en que venga a verme aquí a Sevilla y vayamos a Antique, a Boss… ¿Qué ocurrirá cuando mis niñas de siempre me vean con una chavala a mi lado que me sobetea continuamente? Me estoy agobiando ¿eh? Uff. Me la imagino llegando en el Ave y todo lo que le habrá dado tiempo a pensar en 2 horas y media. Eso sí, al menos estoy perdiendo peso. A esta mujer la deberían telepromocionar como adelgazante en las emisoras esas en las que no ponen porno a partir de las 12 de la noche.

Ninguna quiso al Porras

Despedida del soltero del Porras (no, no es su apellido; no, no es policía y sí, es por lo que pensáis). Es un tío noble, afable, inocentón…y es mejor no ir a vaciar la vejiga con él para no coger complejo de Eunuco para el resto de tu vida. De todas formas, en casi todas las pandillas hay uno de éstos, ¿a qué sí? Siempre hay un “Pértiga”, un “Trompa” o un “Tranca“. Durante la cena en La Casa del Duque, estuvimos bromeando de nuevo sobre los peligros que tendría acudir con él al “Jardín del Diablo” o al “American Show” porque, claro, en cuanto te pregunta la “bailarina” de turno de la Europa del Este aquello de “¿Quié é el nofio?” para subirlo al escenario y dejarlo en calzoncillos e, incluso, con menos ropa, le señalaríamos todos a él sin pensarlo… Y así lo hicimos. Definitivamente, es una de las mejores estrategias para liberar el terreno cuando vas a uno de estos antros para reírte (sólo para reírte ¿eh? que ya sabéis que el Conde siempre es partidario de la seducción a cero euros o, todo lo más, de invitar a una copa para quedar bien). Llegamos al club de striptease y, lo típico, las chicas que no bailan empezaron a acosarnos literalmente y creo que no era únicamente para que le metiéramos billetitos de esos de colores en el tanga. Pero cuando salió ese Porras al escenario a bailar y lo desnudaron casi por completo, llegó la histeria entre las féminas a sueldo. Aquellos calzoncillos que parecían alojar en su interior un par de calcetines Yumas crearon pánico. El acoso cesó por el miedo que le entró a aquellas chicas sólo de pensar en la posibilidad de que el Porras quisiera utilizar el 100% de los servicios del local y no me refiero al WC. Pudimos disfrutar al final de unos bailes sensuales sin sentir acoso. El Porras hará también “Llegada de Soltero”, una nueva moda que hemos creado en la pandilla para multiplicar por dos estas juergas.

Preparando la fiesta de fin de año

Ya estamos preparando la «fiesta» de fin de año. Probablemente la haremos en casa de Cyrano. Total, se la acaban de entregar y como no tiene muebles ni luz porque hay un problema de ésos en los que se pelean los ayuntamientos, la constructora, la empresa de electricidad…Seguro que lo solucionan pronto porque el Conde se ha enterado de que en ese mismo bloque ha comprado un piso el hijo del alcalde de un pueblo del Aljarafe. «A ver si os creeis que yo elegí ese piso por casualidad…hip», comentó Cyrano mientras meditaba sobre cómo ir a ver el mundial de Alemania sin gastarse un duro y evitaba entrar en la lógica fase de fatiga, previa a la vomitera, tras haberse bebido una botella de whisky casi entera él solito.
Mi período de sobriedad obligada acaba de entrar en el ecuador. Ya estoy contando los días en los que cerraré un bar por la noche para cogerme una de esas borracheras de las que ya no se llevan con mis colegas… Sí, una de ésas de agarrarte al hombro de tu amigo e ir dando tumbos, como de costero a costero cantando alguna gilipollez y diciendo piropos elaboraos a todo lo que se mueva que pese más de 30 kilos y sea, a priori, mayor de edad. ¿No me negaréis que tengo razón? El sábado, de camino a Boss, pasé por una botellona en la calle Betis a la que faltaba poco para alcanzar el calificativo de «velatorio-circo». Unos chicos de los del «pelo clon», «zapatillas clon», «abrigo clon», «canuto clon», «motoempepiná clon» y de los que en el cerebro cae un tornillo y hace «clon, clon, clon», bebían callados, hasta que el «alma de la fiesta» sacó de la chistera una conversación literaria: «Mi pepino ahora zumba que flipas. Tiene un 18, un variadó limao y un 65 con un pepino de escape que le das y no veas la tralla». No le quitéis mérito que en su frase hay tres o cuatro trisílabos elaborados aunque repita «pepino» porque el porro le anuló el lado del cerebro de los sinónimos. Por último, ¿por qué no me dais ideas para disfrazarme?

Me echan del hospital

Salí del hospital el viernes a mediodía. Débil, sin fuerzas, con un chandal holgado, demacrado…Reflejado en la ventana del coche era el Anti-Conde. Así que no tuve más remedio que salir esa misma noche a dar una vuelta por los bares para reivindicarme y mostrar al mundo que sigo vivo. Así que hice una ronda de reconocimiento por algunos locales hasta llegar a Theatre, donde tuve mi experiencia más dolorosa. Una camarera (mi camarera) me puso directamente un whisky con cola y me preguntó aquello de «¿lo de siempre?», pero con la copa ya puesta. Lagrimón que se me cayó al suelo. Le expliqué que hasta finales de enero voy a estar mejor bebiendo agua sin gas, salvo en esos días que tenga ganas de peligro y me tome un zumo de piña… La verdad es que era mi primera experiencia en Theatre en lo que va de año y salí bastante contento a pesar de ir a medio gas. Todo lleno de niñas guapas, casi ningún cani y buen ambiente en general. Además, junto a Antique, es una de las discotecas que mejor suena de Sevilla. Fijándome bien, me di cuenta de que tiene un aire similar al de la mítica «Cariban’s» de Dos Hermanas. ¡Qué grandes noches pasé allí a principios de los 90! Además, eso de ver las lucecitas de los amplificadores junto al DJ no deja de ser un detalle muy «kitsch» que me encanta. Os aconsejo pasaros por allí, aunque la discoteca tampoco necesita mucha recomendación porque ya casi todos la conocéis. Por cierto, ¿a ningún garito se le ha ocurrido hacer una fiesta «revival» de los años 90? Sería un exitazo volver a escuchar a Gala, 2 Unlimited, Snap, Technotronic, The Prodigy (flipo), Scooter, Dr. Alban, Haddaway… Esto se me vino a la mente porque, de vuelta a casa, (de día evidentemente porque tuve que pasarme por muchos bares para avisar «de lo mío») el Cabrilla sacó de su bolso un recopilata dance tipo «Flyping in colours» y todos, al unísono, ventanilla bajada y con el frío que hacía, estuvimos cantando aquello del «A-ca-chu paaa-gua» de Snap. Prometo ir.

Al hospital de cabeza

El Conde ha sufrido un leve contratiempo médico que lo tendrá alejado de los terrenos de juego (esto es, discotecas, bares y garitos de dudosa reputación) durante un par de meses. De hecho, estoy escribiendo desde la cama de un hospital gracias a un portátil que me han prestado. No es nada grave pero, momentaneamente, me han prohibido el alcohol, el estrés, trasnochar… Como dice Borja de Asís, «macho, te han dado en el centro de flotación». Así es, pero este parón me ha hecho ahondar en el arte de la «borrachera psicológica», algo similar al sexo tántrico, la meditación trascendental y todas esas cosas que se hacen con la mente. Total, si Uri Geller podía doblar cucharas con su cerebro ¿por qué no voy a poder yo emborracharme con agua Bezoya, esa que entra por la boca y sale por…el mismo precio? Mi amigo Picchi es especialista en esto. Sólo le pega, a tope, al H2O (nunca ha bebido coca cola y sólo hay rumores sobre un sorbito de champán hace varios años) y se coge unas trancas psicológicas que yo creo que le dan hasta resaca. Su hígado cotiza alto. Cuando me engancharon los botes ésos que van goteando por un tubito hasta llegar a algo que se llama «vía», le pregunté a la enfermera -balbuceando porque me dieron tranquilizantes como para dormir a Dumbo- si tenían «algún suero a base de Johnnie con cola». Me dijo que no y debió pensar que yo era gilipollas, pero imaginad el efecto que tendría un pelotazo de esos. He entablado amistad con un par de enfermeras que me tratan bien. Espero convertirme pronto en el «niño bonito de la planta», una especie de calificativo que dan al enfermo que mejor se porta, que mejor huele, que más se asea y que más simpatía gasta (y al más guapo, ¡qué leches!). Creo que es lo más inteligente porque, aunque no te guste la comida del «hospi», no debes criticar a la mujer que, como te cueles, en lugar de ponerte una inyección te dará una estocada. En fin, ya os contaré la semana que viene. Vivid la noche por mí, canallitas.

El “Black” ha vuelto de N.Y.

Entre la inauguración de KOOL -discoteca bastante divertida y con un ambiente «sanote» según me cuenta mi amigo Fede…- y el paseo por un par de garitos donde me tiraron amistosamente de las orejas por decir que la noche sevillana está fatal (lo siento, pero lo sostengo, ¿eh?), me he llevado un montón de tiempo sin salir por los pueblos, con lo que a mí me gusta un bar de esos en los que estás rodeado de amigos. Así que me fui a Bramante (Dos Hermanas), donde el Negro me citó para contarme su viaje de bodas por Nueva York y Orlando.

Me enseñó mogollón de fotos, incluidas algunas «traspapeladas» de una boda de un primo de mi ex novia…¿casualidad? Ejem, sigo. El caso es que se han traído de allí un album lleno de topicazos la mar de chulos: un graffitti del Bronx dedicado a un pandillero muerto que si lo tocas te fríen a balas, el pianito de la juguetería que sale en la película de Tom Hanks «Big, big, big» y fotos de coches de polis como los de las series yankis. Fiel a su tradición, lo primero que me dijo fue: «Killo, vaya putada. Sólo me tomé 6 cervezas en toda la semana porque te sangraban 5 dólares por cada una…». Creo que no tomó cubatas en ocho días, algo que podría haber desajustado gravemente su organismo porque creo que eso no ha ocurrido en los últimos 12 años de su historia. Después me contó que tuvo un altercado con el Capitán Garfio en Disney porque le quitó el anillo de boda a su mujer… «¡Negro coño que estaba jugando contigo!», le solté. «Sí claro, pero por si acaso, le puse las cosas claras a aquel payaso de peluche», respondió. En cualquier caso venían flipados con los parques Disney. Por lo visto deben ser geniales porque mi hermana también quedó en estado de shock (positivo) tras visitarlos. En otro orden de cosas, mi camarera favorita (Carmen) dice que en su piso quieren conocerme. Es halagador, pero recuerdo el día en que conocí a un famoso locutor de radio y me arrepentí. La belleza de su voz era inversamente proporcional a su físico.