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El viernes por la noche empecé la marcha cenando en Casa Paco en la Alameda, un sitio con unas tapa que quitan el sentido y unos camareros muy eficaces, entre los que se encuentra Nacho, un joven cuyo único error fue decirnos su nombre. Mis amigas se lo gastaron (el nombre). Allí le pusimos una tarta a Mir para celebrar su veinticinco cumpleaños.
Posteriormente nos fuimos a Café Central por aquello de no mover el coche ya que en la Alameda lo de aparcar se parece mucho al juego de la sillita: todos dando vueltas hasta que uno sale y tres coches se tiran de cabeza a coger el hueco. Por allí me encontré a un par de compañeros de trabajo que durante la semana van encorbatados y que, por ser viernes noche, iban vestidos de personas normales. Es lo que tiene la Alameda, que mucha gente sigue acudiendo allí para esconderse y recordarse a sí mismos que son personas humanas y que hay otros métodos de relación más allá del SMS. Me gusta ver a mis colegas vestidos con camisa de leñador, vaqueros, zapatillas de deporte y un copazo en la mano mientras cuentan historias normales. Si no, al final acabo por olvidar su cara y poniéndoles a todos cara de pantalla de Nokia. Porque el móvil tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. ¿Quién no ha tenido que mandar a callar a los colegas mientras suena el móvil y pone en la pantalla: “Llamando Novia (o cualquier palabra cursi como ‘Cari’)” porque le hemos dicho que salíamos tarde de trabajar? Descuelgas y le dices aquello de “Ahora mismo iba a llamarte, guapa…” mientras el amigo gilipollas (en todas las pandillas hay uno) empieza a reirse a carcajadas y hace que te trinquen y quedes como un mentiroso. Eso sin contar con que tu novia ya ha pensado que estás al lado con alguna “golfa” sobona. A este paso, acabaremos por mandar un SMS con la palabra “Cubata” al 5555” y cogeremos una tranca virtual…¡Joder! Así acabaríamos con el botellón.
Tengo dos amigas con nombres muy “espaciales”. Una, la simpar “Houston” (“Jiuston” para los amigos) y otra, la joven Mir (la que me acompañó a la isla del cachondeo continuo). Una tiene nombre sinónimo de problema en el Apollo XIII y la otra se llama como la chatarra espacial rusa. Las dos se marcharon hace poco a Amsterdam y quedaron conmigo para contarme cómo les había ido la película. Como imaginaréis, en la conversación no florecieron los fabulosos tulipanes holandeses…aunque sí los “capullos”. Conociéndolas, fue mejor quedar en un sitio como Café Central, donde la gente no se escandaliza de casi nada. Así que si estabas por allí y oiste algo como “…después de lo que vi, cualquiera me parecerá pequeña. Aquello era como un femur”, puedes estar seguro de que eran ellas. No tuvieron otra cosa mejor que hacer que acudir al famoso “Barrio rojo” y meterse en un espectáculo porno en directo. ¡Pervertidas! Eso confirma una de mis tesis: hay chicas que se mueven por los países de Europa para ver un nuevo Estado Miembro y otras que lo hacen para ver en qué Estado está el mejor Miembro…
En otro orden de cosas, he intentado volverme menos ácido, menos crítico, menos protestón… pero la noche sevillana está cayendo en el más absoluto de los abismos. A nivel musical la cosa está por los infiernos. Ya no sólo obligan a los DJs a pinchar basura, sino que el nivel del sonido es cada vez peor y la peña no entiende que “más fuerte” no significa “más calidad”. Suspenso al 80%. Encima, el verano no ha hecho más que empeorar la situación general. La estampa más curiosa la vi a finales de septiembre frente al Casino: Ocho “canis” montados en dos (sí, dos) motos perseguidos por un Mercedes burdeos en el que iban cinco “pijos” (aquí todos con su calificativo, ¡eah!) porque los primeros habían mangado un casco a alguno de los segundos. Pijos que persiguen a Canis y una Sevilla que no cambia.
Hoy es el último día que cuento algo sobre Ibiza. Allí me lo pasé estupendamente, pero ya me empiezan a suceder cosas divertidas en esta, nuestra ¿magnífica? ciudad y mi deber es servir a la actualidad de la fauna nocturna hispalense. No obstante, es imposible olvidar la impresionante discoteca «Privilege». Es la más grande del mundo. Desde luego, no he visto ninguna en la que quepan más cafres por metro cuadrado. Allí había, como en todas las discos ibicencas, gente con camiseta, sin camiseta, con media camiseta, con «setas», sin cami, de las alucinógenas (esas las intuí cuando un chico me miraba fijamente con esa carita de tener, como se dice aquí, «un tirito dao») y todo eso que no es nada nuevo.
Era la «Manumission», un fiestorro con pantallas, proyecciones y un grupo de rock que irrumpe en un escenario en medio del house más fabuloso con unas guitarras y unos ropajes y pinturas al estilo de la banda rockera «Kiss». Rodeaban al cantante unas veinte chicas buenisísimas completamente en pelota picada (sólo llevaban adosado un rabo en la parte trasera…para hacerlas más demoniacas) pero, eso sí, pintarraqueadas por todo el cuerpo. Allí me ocurrió algo curioso: una camarera juraba que lo que me había echado era whisky y yo le repetía que a mí se me puede engañar con el sabor de la leche o de la sopa avecrem, pero sé distinguir el johnnie a leguas y aquello era ron fijo… Hombre, después de haber pagado 12 euros por un copazo, qué menos que beber lo que has pedido. Poco ayudaba el atontao que tenía a mi lado que se estaba bebiendo, por confusión, mi whisky en lugar de su ron y ni se daba cuenta. ¡Claro, como estos jóvenes beben por vicio, no tienen paladar! No como yo. La convencí. En la puerta donamos a una pandilla de farloperos anónimos las pulseras que nos habían dado derecho a entrar a la fiesta. Fue nuestra última juerga allí. Al día siguiente, un avión de hélice, en el que nos faltó pedalear para despegar, nos trajo a nuestra Sevilla querida. Hasta pronto, Ibiza.
La boda del Negro se puede contar de dos formas: vista según él y los doscientos y pico de invitados, o vista por el Cabrilla, Cyrano y el Conde. Me explico. Nosotros podríamos haber empezado el bodorrio como todo el mundo, el viernes a las 18:00 en la iglesia de Santa María Magdalena en Dos Hermanas, haber bebido y bailado hasta el amanecer y volvernos a casa. Pero eso sería de cobardes. Así que convocamos al Negro en Bramante para emborracharlo el jueves por la noche a escasas horas de tener que acudir al altar… Fue inútil. Apareció escoltado por la que iba a ser su futura esposa y consiguió escabullirse. Hubo que improvisar un plan rápido, así que el Cabrilla, Cyrano y yo decidimos emborracharnos mientras profetizábamos un futuro Negro para el ídem. ¡Qué borrachera madre! De verdad que hacía mucho tiempo que no bebía tanto. Claro, como estoy desentrenado… A las 18:00 estábamos los tres, muy dignos, con nuestros trajes puestos y toda la mala cara que os queráis imaginar. ¡Qué fatiguita seca más grande!
El Negro pasó el trámite, dijo “sí quiero” y nadie levantó la mano para decir algo en contra como en las pelis yankis, aunque he de aclarar que fue porque el señor cura no nos dio opción, que si no, a mí se me ocurrían un par de motivos para evitar la debacle.
El convite fue genial, sobre todo porque pude descubrir que Carmen, la chica que ostenta el título de “camarera más guapa de Sevilla”, ¡tiene piernas! Claro, yo siempre la veo detrás de la barra mientras me pone esos whiscazos en vaso ancho que quitan el sentido. O sea que ahora, además de guapa, puedo certificar que tiene un “tipito muy mono”, por decirlo en plan finolis. Para el recuerdo dos momentos: al Negro intentando evitar que la muchedumbre le quitara los calzoncillos (no sé…antes en mi pueblo se quitaba la liga a la novia…) y al Soldao dando a última hora un conciertazo metido en la piel del cantante de El Barrio. ¡Cómo está el Cuerpo!
Entramos bastante tarde a la fiesta «Fuck me, I’m Famous» en Pachá. Media hora antes, un relaciones públicas italiano nos había asaltado literalmente en el Puerto de Ibiza. «No podeis perdé fiesta. E impresionanche. Única ves en año. Sólo 50 euro para vosotro». Tras una aglomeración considerable entramos en la disco más glamourosa de la isla. Primero, visita a la sala R&B donde un DJ pinchaba temitas que un chavalín de unos 16 años bailaba como si tuviera chicle en lugar de huesos, mientras una go-gó hipermacizorra le hacía dudar si aquello (el cuerpo de la susodicha y el meneo) era real. Pasamos a la sala incatalogable. «Smells like teen spirit» de Nirvana mezclado con el «Vertigo» de U2 para dar paso a una chica francesa que cantaba en directo con cara (y actitud) de viciosa… La gente pasó de botar con el grunge de los 90 a rozarse más que una dinamo con la franchute sensual que ponía cachondón al personal sólo con la forma en la que cogía el micrófono.
Como íbamos de catetos, continuamos nuestro periplo por dentro del local y… ¡maldición! Sí. Era él. Tras varios días sin oírlo, apareció Bustamante en forma de canción. ¡Argh! Muy respetable, sí, pero se cargaba el “rollito Ibiza“. Menos mal que fue sólo un susto que duró un par de minutos. Pachá es lo más parecido a las discotequitas pijas andaluzas pero con su toque ibicenco y las copas por las nubes (aunque más baratas que en Amnesia. Sólo 10 euros…). De nuevo nos acostamos a las 8 de la mañana, de día y con «El Canto del Loco» sonando en el cochecito alquilado. Al día siguiente, mercados hippies en las Dalias y el Puerto. ¡Qué horror! Pero es lo que tiene ir con tres mujeres. Mientras hacíamos la fotosíntesis (decir “tomar el sol” sería exagerar y con lo reventaos que íbamos respirar ya era mucho…) en la playa de Cala Conta, unos chicos de Albacete nos incitaron a ir a otro templo del vicio: “Privilege” y sus diablas desnudas en la fiesta de Manumission…Eso, la semana que viene.
Conocimos en Amnesia a un dentista y a un farmecéutico mallorquines. No me acuerdo de sus nombres porque a esas horas los efectos del botellón a las puertas de la discoteca (supuestamente prohibido, claro está…) ya me había llevado a pensar en la fiesta «People from Ibiza», a la que nos disponíamos a entrar en breve.
Por allí pasó una chica catalana, muy mona, monísima, ¡coño! Buenísima del ‘verbo’ «¡ojú miarma quién te pillara!»…pero tonta hasta decir ¡basta! Me dijo que no hablaba en español, sólo en catalán «porque no sabía hablar bien el castellano y la otra era su lengua». «La lengua te la ponía yo a ti…», soltó un chico que había detrás mía y que, previamente, se había autopresentado como «yo soy el que te lo vende todo…». Es evidente que no se refería a cosas legales. Para arreglarlo, el bombón antipático me preguntó sobre si era cierto eso de que «todos los andaluces son unos vagos»… Cerda tópica.
Entramos en la discoteca a eso de las 3 de la mañana con los deberes cumplidos. No debemos olvidar que la copa está a 13 euros, así que el botellón allí es de obligado cumplimiento (debería ser por Ley). La joven Mir se enrolló fugazmente (no más de 20 segundos) con un chico así melenudo, con cara de indio y de estar más caliente que la pipa de un ídem. «Tío es que esto es Ibiza», soltó. Mientras tanto Guachi y Reme se limitaban a disfrutar con un chorro de hielo vaporizado (sí, habéis leído bien) que echaban en la pista de baile para provocar la desorientación del personal que, durante segundos, no podía ver nada…Sin chorro, tampoco.
Un payaso (de los de verdad), salió colgado del techo y empezó a arrojar regalos a los que estábamos allí. Trinqué un gorro rojo que me acompañó hasta las 8 de la mañana, momento en el que me subí al podio central para bailar el «Pump up the Jam» de Technotronic pinchado por Paul Oakenfold. Impresionante. La semana que viene, Pachá.
«Heterosexuale de mierrrrda…Marricooonna de mierrrda…Lesbiaanna de mierrdaaa…Soy la Troya Asesina y esta fiesta es para todoss vosotross, hijos de putaaaa. Estáis en la mejorrr isla del mundooo». Discoteca Amnesia, Ibiza, 3 de agosto. Fiesta de «La Troya Asesina», un travesti que va acompañado de fornidos bailarines vestidos de poli cuya porra más útil no va atada al cinturón según intuyeron mis acompañantes femeninas. 37 euros la entrada sin consumición. Unos 7.000 jóvenes entre salvajes y personas botan medio anestesiados para deleite del Conde y tres amigas. «Niño, esto es una puta pasada», repetía la joven Mir insistentemente mientras un chaval bailaba con una serpiente de plástico al cuello y se besaba simultaneamente con dos chicas a las que acababa de conocer. Estarían jugando al «Conejo de la suerte», pero en versión +18. Sodoma y Gomorra hecho discoteca. La música es sencillamente impresionante. No busquéis en Sevilla nada que suene, ni muy de lejos, como Amnesia. Allí trabajan más de 200 personas, un cubata cuesta 13 euros y una botella de agua 12. ¿Qué te beberías? Pues claro, para el H2O siempre hay tiempo… si no eres uno de los cientos de chicos drogados con «cristal», cocaína o «tripis». Yo seguí fiel a mi Johnnie Walker (algo que me costó un pastón, por cierto…) y a acostarme cuando el cuerpo me lo pedía, pero nunca antes de las 8 de la mañana. ¿Que si recomiendo visitar esa discoteca? Hombre, ir allí sin el cerebro amueblado es una locura. Sin embargo, si lo tienes todo claro en la vida y sólo quieres desconectar, ver cosas nuevas y sentirte libre, no lo dudes porque te asombrará. Ibiza impresiona. En otro orden de cosas, besos canallas desde aquí a Elena, Marivi y Cristina, camareras de «Hotel Music», una discoteca nueva que han abierto al lado de la Doomm Disco en la que, según me cuentan, suena un «house» muy bueno. Las terrazas van cerrando así que, todos al Hotel…
Queridos canallas,
Es día 2 de agosto y he de partir hacia Ibiza a cumplir con una misión ineludible: divertirme y pasármelo en grande. Tendréis puntual información de todo en cuanto vuelva, si Dios quiere.
¡Deseadme suerte!
Abrazos
He puesto en la terraza de mi piso unas plantitas metrosexuales, una mesa magnífica, una barbacoa de piedra, una sombrilla… y me he depilado. ¡Sí! ¡¿qué pasa?! A las mujeres les gustan los hombres sin pelos y yo me he fijado que en Ibiza nadie los lleva, así que no iba yo a ser el Cromañón felpudo destinado a montar el numerito viendo amanecer en Café del Mar como si fuera el “Algarrobo”…
Al Pepe estuvieron a punto de zumbarle el otro día en una boda, -la de David y Loli- porque se le ocurrió hacer entrar en razón a mi amigo el Loco. A éste no se le pueden mencionar ciertos temas. En esta ocasión fue Schumacher y la Fórmula 1. Para él, el alemán “no vale un pavo” y “no tiene ni idea de conducir”, entre otras cosas. Y no le lleves la contraria, claro. Como los mamones de mis amigos saben que salta más rápido que un canguro con Red Bull, empezaron a decirle que Schumacher era el Rey de la F1. Las dos o tres mesas que había a su alrededor en el convite empezaron a meterle caña -a esas alturas el Loco llevaba ya dos botellas de Rioja y media fábrica de Cruzcampo-, así que el personaje se levantó y salió corriendo. Cuando lo localizaron estaba en posición de ataque para endiñarle al Pepe. Como todos desaprobamos su acción, actuó de una forma tan cuerda como Jack Nicholson en la parte final de “El Resplandor” y se fue, sin dar explicaciones, andando a su casa (a varios kilómetros del salón de celebraciones…). El Negro fue a buscarlo. Lo encontró en su jardín, con cuatro arañazos en el pecho y sin camisa porque la había dejado enganchada en una valla que, evidentemente, había saltado. El reloj y la chaqueta los esparció por el convite, claro está y hubo que devolvérselos al día siguiente. La hermana, al verlo, soltó un “¿Te ha atacado un oso?” y debió pensar en algún estupefaciente. Loco, aquí un amigo: la próxima vez, al menos, defiende a Fernando Alonso. Por cierto, la boda estuvo muy bien. Ya quedamos menos…
Estábamos en Punta Umbría, dentro de ese conjunto de bares denominado «Consorcio». Por allí aparecieron los jugadores del Sevilla F.C. que estaban en su día de descanso. Mención especial a la indumentaria del futbolista que se presentó en la discoteca con una camiseta Abanderado de tirantas, unos pantalones vaqueros cortos y unas zapatillas como las de Emilio Aragón. Anda que si eso lo hacemos tú, querido lector, o yo…nos iban a dejar entrar mañana… Eso sí, las niñas lo desnudaban con la mirada.
El Conde llevaba a esas alturas (viernes a las 6 de la mañana) casi 48 horas de una fiesta que había empezado el día anterior en Bilindo y Babilonia con Nico y Pablín entrándole a todo y ligando más bien nada. Bueno sí a una tal Aurora de La Campana a la que compadezco por haber tenido que aguantar el rollo de estos dos. Bueno, sigo con Punta Umbría. Matrix, Patapalo y Talega miraban con cierto asombro a uno de los «reservados» con cortinas de los que dispone la discoteca «India». Dentro sabíamos que estaban Nuria Bermúdez y unos cuántos más de éstos que ahora se hacen famosos porque se dicen perrerías en un programa en el que se juegan una casa haciendo, -muy mal, por cierto-, de albañiles de los veinte pavos. Había unos movimientos cíclicos que llamaban a la sospecha. Oye, que cada uno hace lo que quiera y yo no digo allí hubiera una orgía romana, ¿eh? A lo mejor estaban jugando a ver quién hacía mejor de muelle…Había una que parecía estar segura de querer llevarse el premio. Ahora en serio, «India» me parece un lugar muy recomendable para tomar copas. El sitio, al lado de la Ría, es fenomenal, y el DJ pone música estupenda a pesar de que a veces se vea obligado a poner reggaetón. Por cierto, necesito un lugar donde comprar esposas para la despedida de soltero del Negro, ¿alguien sabe dónde?
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