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La noche del viernes me la pasé chateando con “El Bicho de la Coquina”. Dicho así parece que estoy sufriendo algún tipo de desviación mental que me lleva a hablar con los animalillos marinos. En realidad es uno de esos lectores mortales y corrientes que me escribe al correo electrónico y que se está preparando unas oposiciones para las que ha tenido que emigrar a Granada. Eso conlleva sufrimiento: cervezas con tapas a precios de chiste, fiestas universitarias, pisos de estudiantes… Te entiendo, tío, eso debe ser un infierno. Como yo, es fanático de Espinete, Chema y familia. Ambos creemos en Barrio Sésamo como método para formar a los más enanos y mandar mensajes subliminales a los hermanos mayores. Porque si no, a ver de qué forma se entiende aquello de “Aaaana, soy aaaana, los chicos de este barrio vienen a jugar con Aaaaana”o la simbología de la harina de Chema, el kiosco de Julián… Ánimo “bicho”, que te queda poco.
El sábado me di un paseo por la zona de Islantilla y alrededores. Acabé en el polígono ése donde están aglutinados un montón de barecitos. Jeje. No ha cambiado nada desde hace dos veranos, cuando el Marra se cogió una borrachera de tal calibre que acabó durmiendo en la tienda de campaña abrazado a una tortuga ninja de peluche (aquella que cogimos de un contenedor cuando íbamos para Antique, ¿os acordáis?). Me acaba de interrumpir una llamada del Negro. Dice que mañana nos vamos de fiesta a Zahara de los Atunes pero, claro, mi amiga la periodista estará por Huelva. Arghhh. ¿Qué hago? Al final me dejaré llevar por mi corazón, por mis sentimientos, y seré una persona seria. He de madurar, no puedo olvidarlo. Debo ser alguien que mira al futuro y piensa en el mañana. No puede haber dudas, así que he levantado el teléfono y le he dicho: “Ya sabes Negro, ¡que no falte Johnnie!”
Mi amiga la periodista lo tuvo complicado este fin de semana para tangar a su novio. “Cariño, ¿pero yo qué culpa tengo si esta gente, -en referencia a su periódico-, me manda a cubrir los Juegos del Mediterráneo sin previo aviso? Pues me tengo que ir a Almería, ¿qué le voy a hacer?”. Su conversación telefónica con el Torito tengo que admitir que me pareció súpermorbosa, entre otras cosas porque iba sentada a mi lado en el coche mientras nos dirigíamos hacia Roquetas de Mar. ¡Hombre, no le mintió del todo! Íbamos hacia Almería. El caso es que es difícil discernir si el trabajo que nos disponíamos a hacer entraba en el terreno de lo periodístico, a pesar de que para definirlo a mí se me ocurrirían algunos titulares… Ejem.
Llegamos a un hotel situado a unos 5 kilómetros de Almería. A priori era la bomba, aunque después descubrimos que no tenía arena, sino rocas, que el agua de la ducha apenas salía y que el mando a distancia de la TV lo habían mangado, por lo que tuvo que venir a traerlo el chico de mantenimiento en el momento más inoportuno…
La ciudad estaba genial con esto de los Juegos. Lo único malo es que se han puesto rápidamente el chip de subir los precios y estaba todo el doble de caro que hace año y pico cuando fui a la boda de Edu B. El mejor sitio que encontré para tomar copas fue el Molly Malone, un bar-terraza en el que se está muy cómodo, se puede charlar y la música es buena. En los coches la cosa cambia porque se ha impuesto en todos lados la mierda esta del reggaetón. Hombre, yo insisto en que esa música estará bien en los países donde todavía no han aprendido que las mujeres no son babosas, pero aquí son iguales (o deberían serlo) a los hombres. El caso es que esta chica y yo tenemos un problema, porque ella no sabe cómo deshacerse de su cornuda pareja, digo de su “novio”, y yo, para variar, no sé si aceptará la “vida Canalla”.
El sábado a las nueve, Sevilha llenó su Avenida du La Palmeira con 200.000 sevillanhos sambosos. A lo largo de la noche, mi nombre pasó a ser El Counde Canailla di Janeiro ei Marqués di la Villa di Matalascanhas. Ese título nobiliario tenía una doble finalidad: adaptarme a las exigencias del guión de Carlinhos Brown y presentarme a vosotros con un atuendo especial en una fecha como la de hoy, en la que cumplimos un número de U7s igual al resultado de dividir por 1.000 a los sevillanhos que llenaron la Palmeira hasta el campo de O’Betis.
En la médula del grupo di sambeiros improvisados, los “Te-te-té”, “Pe-pe-pé” o hasta “Neng-neng-neng” se confundían con la variedad musical de ese magnífico carnaval. El Negro y yo disfrutamos con las sevillanhas sambeiras que, en bikini o bermudas, pasaron ante nosotros. Por cierto, a algunos no es que Rexona les haya abandonado, es que nunca tuvo nada que ver con ellos. Cada pasada de sambeiro que hacían dejaba el arouma salvaje di Janeiro (olor a sudor, vamos). Tampoco importó. Cuando terminó la fiesta en la Palmeira, el botellón se trasladó a las calles de Reina Merceides. Nosotros, como las terrazas no iban a bajar el listón con el tema de la ropita zumbamos para Matalascanhas. Tras lavarnos un poquillo en las duchas playeras y secarnos al viento, nos lanzamos a comprar un lotecito en la tiendecita esa que todos sabemos pero que no podemos decir aquí porque nos la joroban. En el loro del coche pusimos a Carlinhos para seguir ambientados. La futura esposa del Negro y mi amiga la periodista (que, para su novio, estuvo en el periódico hasta las tantas…) nos acompañaron bailando hasta que el sol nos devolvió a la realidad. Desaparecieron los “Janeiros”, las “h” intercaladas y el puntazo, y nos quedó la resaquilla del ron y un temita que contaros. Y ahora, a por el número 300.
Queridos Canallas, estaré en Ibiza del 2 al 9 de agosto, lo digo por si alguno va a estar por allí, jeje. Voy a intentar meterme en todos los antros en los que me dejen entrar (Privilege, Divino, Café del Mar, Pachá Ibiza, etcétera…) para poder contaros nuevas historias.
Por cierto, entrad en el foro que, poco a poco, se va animando.
No os perdáis el número 200 de U7, con historia del Conde en el carnaval de Carlinhos.
Salu2
Mi bolsillo no resiste más ante la inconsciencia de esos que antes eran mis amigos los “machotes” y mis amigas las “liberales”. Bodorrios por doquier. Entre la corbatita que hay que estrenar, la tintorería y los dichosos sobrecitos en los que, como mínimo se te van 120 pavos, el temita “altar” me está hartando. Así que he tomado una decisión: yo también me voy a casar. Sí. Como lo oís. El Conde busca rollo estable y futurible. Sólo pongo como condición que me dejen seguir siendo canalla, claro está, porque a eso no renuncio ni loco. O sea, nada de “¿no es demasiado tarde para salir cieeeelo?” a las doce de la noche o “¿qué te da el Negro que no te dé yo?” (esto, además de sonar de pena, no tiene respuesta fácil). Otro de los requisitos es que sea una chica que sepa expresarse con algo más que bisílabos. Ejemplo: ante la pregunta, “¿Qué te parece si vamos a la playa el domingo”, no se puede responder algo como “Sí ohme”, “No, ohme”, “En seco” o “Arenita, que guapo men”. ¡No me digáis que de esas no quedan! Tampoco la quiero que sude Dolce & Gabbana, ¿eh? Una mujer normal, sólo eso.
Con esta mentalidad entré el sábado en Bilindo y en Babilonia, aunque he de decir que no se cabía ni en un sitio ni en otro. Tras dos horas en la segunda terraza, y tras haber radiografiado a la gran cantidad de niñas guapas que había aquella noche, hubo una que, además de ir sin ACCM (amiga-coñazo-callo-malayo), se fijó en mí, aunque seguro que no fue por mi forma de bailar reggaetón porque lo odio (“¡qué bonito está una mujer refregando su trasero por la parte erógena de un hombre!”, diría mi abuela del “perreo”). Tengo buen feeling porque no nos enrollamos la primera noche, sino que nos pegamos charlando hasta las tantas. Lo malo es que es periodista y como en ese mundillo son todos unos cotillas se puede enterar su novio…¡Ups!
Lo de guardar el anonimato no es un capricho. Es una forma de poder contar lo que me dé la gana sin tener que pensármelo dos veces.
Porque, claro, el Conde por la noche es un golfo hecho y derecho pero, por las mañanas y a veces hasta las tantas, también es un trabajador que bien podría desarrollar su labor como abogado o gestor en frente de un montón de carcamales con corbata, por ejemplo…
Pero claro, en el fondo no soy anónimo. Mis acciones me delatan bajo ese pseudónimo que describe casi a la perfección cómo es mi forma de ser.
En ocasiones, me escriben lectoras que piensan que soy pijo; otras creen que soy alternativo o cosas así. En realidad soy una mezcla de todo. El secreto está en ponerse lo que a uno le dé la gana, pensando siempre en el sitio al que vas. Porque por muy alternativo que seas, no te puedes perder un sarao “osea que genial ultra top” si hay canapés de gorra y tiempo para ver a algunos ricachones que siempre cuentan cosas interesantes. Tampoco puedes renunciar a disfrutar de un conciertazo de O’Funkillo o a divertirte como un cochino en un charco en una fiesta discotequera porque la corbata se te haya enterrado en la piel.
Soy un golfo normal y corriente. Palabra de Conde.
Mi hermana lo hizo en la fecha y hora previstas. Se ha casado. Mira que hoy en día hay mucha información. ¡Ahí están las estadísticas!
Pero ella, ni caso. P’alante. Nada más llegar a la iglesia, mi tío, que es realmente el primer Canalla del que tengo constancia de entre todos los que llevan mi apellido, me preguntó sobre si yo era consciente de que estaba haciendo «apología sobre el alcohol y la infidelidad» desde estas líneas. Hombre tito, tú y yo sabemos que esas cosas en el fondo no son malas, aunque estén mal vistas. Además, a tu lado yo soy un simple aprendiz de Canalla, jeje. Ejem, que nos puede estar leyendo gente que nos conozca a los dos.
Como decía, el suceso ocurrió el sábado por la tarde, con el Betis jugándose el ser o no ser en el Calderón. Y ya sabéis que el Conde tiene cierta predilección por todo lo verdecillo. La gente disimulaba en el convite porque no querían mosquear a la suicida y al cómplice (mi hermana y su novio convertidos ya en marido y mujer) así que la frase «voy un momento al servicio» fue la nota dominante. ¡Cuánta incontinencia! Pero claro, rápido se descubrió el pastel: en el hall del hotel, apartados, pegados como lagartijas al televisor, se hallaban los fanáticos. Cuando Dani metió el gol, los nervios se tornaron en una euforia que duró hasta las 9 de la mañana. ¡Qué borrachera madre de mi ‘arma’! Al novio, por supuesto, lo vestimos del Betis y los sevillistas, pues también se lo pasaron bien al final porque la rivalidad bien entendida es algo sano… El Niño hizo una poesía genial sobre la hazaña, que es tremenda de buena, pero que hoy no me cabe en este huequecito. Prometo colgarla en la Red. Al novio lo tuvieron que meter a rastras en la habitación, -borracho, por supuesto- porque el Negro y el Conde lo teníamos secuestrado en el bar. ¡Enhorabuena a los novios! Aps, felicidades al «Samu» de Huelva
Estimados Canallas, como habréis podido comprobar hoy no ha salido en el U7 la página de bares porque hay un especial sobre terrazas. Eso significa que no hay Conde Canalla este jueves.
La semana que viene sí.
Estamos preparando un foro para tod@s vosotr@s.
El domingo que viene cumple años el canallita Samu de Huelva
Salu2
Se ha convertido en un clásico por estas fechas. Tras la Feria y el Rocío llega el cumpleaños de Fede. Tachón en el calendario y cita en algún karaoke. Esta vez fue en April’e, con su familia y casi todos los plumillas deportivos de la ciudad. Podría destacar muchos momentos de la noche pero no tengo más remedio que centrarme en la soberbia, inimitable e inexplicable interpretación de Charlie in Love. Cubata en mano, sentado en un “minipuf” con la mirada perdida en el horizonte se lanzó a cantar un “Yo soy aquel” que pasará a la historia, no sólo por las múltiples dedicatorias a los amigos, por su pose solemne y por la especial mención al compañero de la radio centenaria. No. Se inventó prácticamente toda la letra. Sin miedo, acabó vociferando un “Yo soy aqueeeel, que no se sabeeee….ni la leeeetra”. Ovación. Charlie, eres nuestro líder. Fede recibió múltiples regalos, incluido un pequeño Bisbal de peluche con sus ricitos que salta y vibra como un posesito. También estuvo por allí Pablo Alfaro con una chica que creo que es su novia, aunque hay que decir que se fue pronto, quizás por aquello de que los futbolistas no salen por la noche… Ejem. Nos fuimos a Bilindo a finiquitar la noche en condiciones. Y así fue. Entre copas y fiestas se hizo de día. Lo único que no me termina de hacer gracia es que la música en esta terraza no suena nada bien. El DJ mola, de verdad, e intercala temitas que se agradecen. Pero lo que no se puede aguantar es que en cuanto te alejas del altavoz dos metros aquello suena como el transistor que le traje a mi abuelo de Ceuta, -¿quién no ha tenido un transistor rojo de Ceuta que se llenaba de arena en la playa?- y pierde uno el feeling para bailar. Para recuperarlo solo hay que mirar a las camareras, sí, pero no es plan de llevarse un sonotone para mantener la marcha. Por cierto, a ver si me recomendáis alguna terracita para este verano.
El viernes por la noche, tras asistir a la cena que ofreció mi hermana porque va a caer en el común error de casarse, me escapé a tomar unas copas por Dos Hermanas. En el trayecto, me detuve en un semáforo situado a la altura del edificio Planeta y apareció a mi ladito un cochecito rojo con tres chicas en su interior. Hasta ahí, no pasa de ser la típica historia del satirón que piensa que las tres mujeres no tenían otra cosa mejor que hacer que pensar en lo bueno que está el chico del coche azul de al lado para montarse una «sex party» con él. Salimos del semáforo y anduvimos casi «juntitos» hasta que pasamos por el Hospital de Valme, momento en el que decidí adelantarles, -de una forma poco caballerosa, todo sea dicho-, por la derecha porque un servidor iba siguiendo a dos amigas que iban algo más adelante con su coche. Cuando llegamos al local en cuestión, a los pocos minutos me di cuenta de que ellas también habían llegado. ¿Me seguían? El morbazo es pensar que sí. De hecho, las analicé de reojillo sin que se dieran cuenta mis acompañantes. Estaban muy «potables». Duraron muy poco tiempo en el bar, así que no pude buscar una solución «elegante» para zafarme de mis acompañantes y conseguir, al menos, un telefonillo que añadir a la Agenda Canalla. Otra vez será. El sábado tuve más suerte con la pesca y conocí a una guapa arquitecta (yo no sé qué me pasa a mí con ese gremio, pero periodistas y arquitectos suelen construir grandes y efímeras historias). Tomamos unas copillas y al final acabó enseñándome su pequeño estudio. Ya conocéis mi interés por las mesas de dibujo técnico… Todo chachi, pero se pilló un mosqueo absurdo a la mañana siguiente cuando no recoloqué todos los peluches, jerárquicamente organizados, sobre su cama. Por la noche tan adulta, y por la mañana enfadada «porque Epi no estaba al lado de Blas». ¿Quién las entiende?
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