Pues si, resulta que después de pegarme la mitad del verano de fiesta y sin dar pie con bola, me dio por acordarme de mi web y de mis canallas.
No tengo perdón de Dios, pero es que entre una cosa y otra no me acercaba a un ordenador ni de coña.
Historias tengo miles porque me ha pasado de todo. A ver si puede ser que os las empiece a contar ya a partir de este mes de septiembre.
Desde el viaje de Mar y Mir a Mikonos a varias excursiones que hemos realizado a las terracitas playeras por las noches, etcétera, etcétera.
En fin wap@s, que a ver si dentro de poco vuelvo a estar en la onda.
Os dejo que me tengo que duchar para salir de marcha que es viernes.
Estimados canallitas,
ahora estaré unos días sin aparecer por el U7 (hasta después de agosto o…quién sabe…), pero podéis seguir viniendo por aquí. Intentaré tener esto lo más actualizadito y fresco posible.
Saluditos!!
PD: Ayer estuve en el Huerto de Burguillos…Ya os contaré esta semana.
Mi cuñado iba indignado porque le habían pedido 20 euros para entrar en Casino. Y eso que iba bien vestido, aseadito y demás. Ya sabemos que los bares emplean la táctica ésta de pedirte el oro y el moro cuando no te quieren dejar entrar para aburrirte. Si todos pudiéramos hacer como el Cafre no habría problema. Un día llega a la puerta de la discoteca y le pide el portero 30 euros para entrar y él, ni corto ni perezoso, se saca un Bin Laden del bolsillo (500 eurazos) y lo pone en el mostrador. El armario empotrado, asustado por el billete, le dice que no tiene cambio y el Cafre le dice que no se mueve de allí hasta que no entre porque su billete era “moneda de curso legal”… Al final entró y sin pagar el tío. ¡Qué artista!
El caso es que tuvimos que irnos a Aqua. Total, a mi hermana le encanta ver al sireno éste que baila y se menea en la pecera. Yo sigo pensando que una mujer decora mucho más, pero bueno. El caso es que ella, que anda ahora sin novio, y está buena y esas cosas (que no sirva de precedente que yo le diga a mi hermana estos adjetivos) no para últimamente de ligar, y aunque ella no se va con nadie a la primera porque es muy modosita (igual que su hermano…), le encanta poder contar después que le han entrado tropecientos buitrazos. Eso sí, hay que reconocer que cada vez se lo curran más. El sábado pasado, en Bilindo, llegó un nota y le dijo tres chorradas a la oreja para, acto seguido, enchufarle una tarjeta de visita con su nombre, su teléfono móvil y el título de “Agente secreto del amor”. Para matarse. Que uno haga estas chorradas con más de 12 años es para estar preocupado. He visto hacer de todo para ligar, pero irte a una imprenta y hacerte tarjetas con semejante textito es para sacar nota. Eso sí, mi hermanita todavía guarda su papelito, así que si me está leyendo el tarjetero, puede que tenga suerte. Finalmente, os animo a que os sigáis pasando por el blog de “El Conde Canalla” (www.condecanalla.com) y os unáis a los cientos de canallitas que visitan semanalmente la página para enterarse de las historias que cuento por aquí.
Si esto fuera el anuncio de coca-cola, en lugar de la columna del Conde, tendría que empezar con: «Y un aplauso para aquel que consiguió perder todos los puntos del carné de una tacada». Sonaría una gran pitada. ¿Pero cómo se puede ser tan irresponsable? Sevilla era el viernes por la noche como una ratonera policial. Entiendo que haya gente que todavía le diga a los civiles que no estaba hablando por el móvil, «sino que se estaba rascando la oreja» después de soltar el teléfono y dejarlo en caída libre por algún hueco de la palanca de cambios. Incluso entiendo a aquellos que paran el coche a 200 metros de la luz azulita porque todavía dudan si 10 cubatas «pueden dar». Pero, alcohol y volante no casan bien amigos. Una cosa es ser canalla y otra un imbécil irresponsable. Treinta y un sevillanitos dieron positivo en alcoholemia el pasado viernes.
El Willy lo tenía claro cuando llegó a Casino. «Killo, he trincao por lo menos 3 controles desde Alcalá. Lo peor ha sido coger por la ciudad. Estamos sitiados». Lo más fuerte es que el sábado, en el Aqua, el tío este de los 12 puntos era motivo de chiste y cachondeo para casi todos. El Negro, que no quitaba ojo al escote de una camarera, no lo dudaba: «Yo veo que ma trincao la poli haciendo el gamba y paro el coche y me tiro al suelo a rodar como una ‘cocleta’ haciendo como que me asfixio o algo así. Totá, me puede habé dao un ‘shoc’ de esos, ¿no?». Siempre tan práctico. Con el acojone del alcohol, nos volvimos a casa del Cabrilla, que se había quedado solo en el chalet porque los padres se había pirado a la playa.
Cometimos el error de jugar al Trivial Genius ese tan actualizado que hay con la mala suerte de que nos tocara la pregunta: ¿Cuántos equipos españoles han jugado la final de la Copa de la UEFA? Y, claro, los dos o tres sevillistas impugnaron la partida porque decían que el juego era de 2005 y que no recogía la realidad. ¡Si en el Trivial no viene, no viene y punto! Pregunta fallada y quesito a tomar por culo. Tablero del Trivial a la piscina, mosqueo general y a ver una peli guarra porque, al final, preferían esos «puntazos» a los que te quita la poli.
Elena es una de las lectoras que chatea conmigo de vez en cuando por messenger. Si la veis, lo último que pensaríais es que es soltera. Pues sí. Por lo visto tenía un ex muy chungo. Claro, yo si fuera mujer me daría cuenta de esas cosas. Viendo la foto del ex-maromo (también me la mandó) era para esperar que fuera un tipo poco legal: fuertote, guapito, depilado, con sonrisita profiden, viviendo de la noche en las discotecas… Blanco y en botella: un infiel en potencia.
A mí que me dejen de tonterías, cuando uno quiere “ganarse la vida” a secas busca curro en el videoclub, la pizzería de la esquina, el chiringuito del tío Paco o dando clases particulares a niños feos. Pero de día, porque mi amigo el Picota era pizzero y no veas tú. Como era bien parecido el chaval, había una chica en un piso de estudiantes de Reina Mercedes que se abonó a hacer pedidos todas las noches y a decirle en la puerta aquello de: “Espero que venga caliente…”. Claro, con el retraso extra nunca ganaba el plus ése que te dan cuando pasas de 20 pizzas diarias.
Es decir, que cuando una o uno se busca el curro en el guardarropas de una discoteca, de camarero o de recoge-vasos, busca lo que busca.
Y no es ser malpensado. Bueno sí, lo es, ¿qué pasa? Pero es que la noche me ha enseñado que Pinocho no existe y que tu amigo el portero mazo de cuadrado que te lleva a casa cuando cierra la disco tiene la mirada sucia como diría el Fiti de Los Serrano y busca echar una paraíta en algún punto oscuro del camino.
Bueno, a ver si mi amiga tiene suerte porque si no, el Conde, que es un tío buena gente y generoso, tendrá que hacer los trámites necesarios para que abandone su soltería…Si es que no me merezco.
Mención especial a mi hermana, que ha debido estar en Alaska los últimos veranos porque el otro día llega y me dice: “¿Sabes que han puesto este año una pecera gigante en la terraza de Antique?”. Si hasta he buceado en ella hermana…
El sábado quedamos el Negro, el Cabrilla y yo para tomar cervezas en La Fábrica (Plaza de Armas). Cyrano no vino porque se ha ido a Alemania a ver a la Selección el muy sinvergüenza. Nos pusimos en los tiradores a darle al manubrio sin conocimiento alguno… Salimos de allí tan contentillos que decidimos dejar el coche en el parking. Cogimos un taxi hasta llegar a Alfonso. ¡4 euros y pico! Y eso que es una recta de un par de kilómetros vamos…Eso sí, del cabreo le dimos el dinero justo, pero en monedas de 10 y 20 céntimos, jeje. ¡Usureros! Setecientas y pico pelas. Tras el mosqueo, entramos en la terraza.
Doce de la noche. Había buen ambiente, pero sin agobios. En uno de los típicos codazos para pedir copas, le di sin querer a una chica acojonante. ¡Vaya tía! El Negro activó su escáner visual de arriba abajo varias veces. Le gustaba a él también, pero como es cascarón de huevo porque está casado, se jode y no liga. “Hola, me llamo Conde” (bueno, le dije mi nombre de verdad, claro…). Ella, superagradabilísima me respondió con un “No te he preguntado cómo te llamas”. ¡Todavía me gustaba más! Me encantan las mujeres difíciles. Me puse el uniforme, saqué el pico y la pala, me descamisé, tiré de repertorio, de frases antológicas, de los consejos del Maestro Miyagui. No escatimé esfuerzos y eso que la niña bebía Johnnie etiqueta negra como si fuera su último deseo. El trabajo me costó cinco copazos. ¡Encima whiskera! De las que le gustan a mi abuela para mí…
Conseguí bailar con ella un temita. Mis meneos de cintura después de tres clases de salsa me ayudaron a pegarme a ella con intenciones impuras sin que se notara. Mision cumplida. Conseguí su móvil y que nos llevara en su coche hasta el parking de Plaza de Armas. El domingo quedé para tomar café y, sí, beso casto en la mejilla. El Conde se enamora.
Llegamos a un aparcamiento donde habría unos 15 coches de colores muy diversos. Amarillo pollo, rosa frigopie, verde pistacho… Una botellona discreta, vamos. Todos con sus respectivos “loros” a “jierro” de volumen. De repente, el Cafre me pidió que le acompañara a un callejón para conocer a la novia de un colega (una historia muy larga…). A partir de ahí, empezó “Jumanji”. El callejón era grande e iluminado, pero en él había unos 30 seres humanos semidesnudos y con unos pelajes que ni el pájaro loco después de una descarga eléctrica. Y yo, de clásico, con mi Lacoste en el pecho y mi Red Tab en el trasero. Pegaba menos que Carmen de Mairena en el Interviú. Al minuto llegó un coche blanco -tuneado hasta las manillas, por supuesto- con varios individuos en su interior. Al parecer traían “pastillas” o algo así para sus colegas en el maletero. “Claro, con la música tan alta les debía doler la cabeza…”, diría mi abuela. Escapé de allí porque dos se empezarón a poner violentos aunque, en realidad, pasé desapercibido en el tumulto porque estaban tan pendientes de la “mercancía” que podría haber desfilado Jennifer Lopez en bolas y ni se habrían coscado. ¡Ah! y de la novia de mi colega, ni rastro.
Es lo que tiene irse un viernes por la noche a la feria de Cantillana. Tocaba Merche en concierto en la caseta municipal (sí, la de “Eras tuuuuu quien me diooooo, nananino, nanino, naniiinoooo”) y, como es habitual, los civilizados oían el concierto y los otros se montaban la fiesta como podían. Prefiero no imaginar cómo acabaron los del callejoncito…
En otro orden de cosas, os recomiendo ir los domingos por la noche a Alfonso a ver bailar salsa. Aunque no tengáis ni idea de ritmo, no veas las cinturitas que se ven por allí. ¡Aaazucar!
Excursión a Brunete, un pueblo a 20 minutos de Madrid capital donde se casaban Arantxa y Antonio, dos colegas a los que sus amigos les tenían preparada una celebración inusual. A la media hora de convite el novio estaba semidesnudo, arrinconado y pegando puñetazos a sus colegas, subido en la parte alta de un castillo hinchable que había en el jardín. Intentaba evitar que le quitaran también los calzoncillos. Lo consiguió. Cuando bajó, sus amigos le entregaron el regalo de boda: una maceta rellena de cemento en cuyo interior había un tupperware con 600 euros. Fue una boda accidentada. Al llegar a Madrid me di cuenta de que me había roto los zapatos la noche anterior, en la boda del Matres, en algún momento que no alcanzo a recordar. Tuve que buscar una zapatería tras la ceremonia para no ir cojeando al convite, y la encontré, aunque no puedo decir que fuera barata. Cien euros por unas alpargatas que en el Parque Alcosa no costarían más de 20. ¡Y encima de cordones! Con lo que los odio.
La otra boda, la que hizo sucumbir a mi zapato derecho, fue aquí en Sevilla, el viernes por la noche, sólo 24 horas antes. El amigo Matres decidió mandar a la soltería a tomar viento fresco. Todo bien, hasta que descubrimos los controles del hilo musical. El talega y la Baca (con “B”) se pusieron a poner el villancico de los Campanilleros para deleite de los que ya habían abusado del vino blanco y desconcierto de los que permanecían sobrios. Después, lo típico, todos fumando puros como si hubiéramos nacido en Cuba y el DJ intentando no caer (infructuosamente) en las típicas canciones de pachanga. Los primeros, los madrileños, de viaje a Nueva York y Cuba, los segundos, ni idea, y el Conde, de momento, a seguir currando. En fin, como siempre, abro la veda para que me recomendéis terracitas molonas.
Ahora me he metido a dar clases de baile. Bueno, a dar no, a recibir, porque no es lo mismo que te den o que tú des… El caso es que la profesora dice que siempre tengo la “pachanga” encima y no entiende mi meneo continuo. Creo que el problema es que no sabe ver al Patrick Swayze que llevo dentro. De hecho nadie lo ve, sólo yo y, todo lo más, mi madre y mi abuela. Pero vamos, a lo tonto, y con el rollo de ir de graciosillo, ya me he hecho con la simpatía de algunas alumnas y, al fin y al cabo, eso es lo importante. No nos engañemos, eso de aprender a bailar “por quemar grasas”, “por eliminar estrés” y esas chorradas está muy visto. Aprendemos a bailar para poder pegarnos a las mujeres con propiedad y conocimiento, y para que no parezcamos babosas que sólo miran a su cuello y a sus tetas. Total, somos quince aprendices y, entre ellos, sólo tres hombres. Guay, ¿eh? Estamos rifados los tíos. A ver si me aprendo algún paso más, que de momento sólo sé los básicos y dos más…y ¡ya me lío! Os mantendré informados.
Llegó el clasicazo de mayo. Fede Quintero cumplió veintipremios años y lo celebró en el Anubis, en la calle Torneo, con estancia en la terraza trasera hasta que nuestras voces eran incompatibles con el sueño de los vecinos. Estaban todos sus colegas, hasta Mr. Keaton, que llegó desde Albacete después de ver el partido aburrido de la Selección Española. Nos lo pasamos bien, la verdad. Mención especial a la Araña Ocaña y a su piruleta chupeteada pegada en la frente. Sí, estaba borracho y encima su novia se tuvo que ir sola a casa. ¡Te parecerá bonito! La tranca de algunos era tal, que se pusieron a cantar canciones del Ché Guevara intercaladas con el “Cara al Sol”. Ahí, ahí, con las ideas políticas claras. Mañana se casa el Matres. Otro soltero menos, y yo, que sigo librándome
La Troya Asesina. Aquí os dejo un fragmento de un video en el que no se ve mucho, pero os podéis imaginar el resto. Con orgullo, puedo decir que estuve allí.
En ese escenario pasó de todo y…ummm…¡vaya música!
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