¿Imaginas que te levantas una mañana y, de repente, te cambian el armario de sitio, le cambian el color a las paredes y te quitan la cafetera (o te la cambian por una que ellos creen que es “mejor”, más “2.0″)? Imagina también que entras en el coche y te cambian el ambientador por uno que, a juicio del mecánico, huele mejor que el de cartón con olor a pino. ¿A que jode? Pues así nos sentimos unos cuantos.
A la Red Social Facebook le ha dado por cambiar, una vez más, su apariencia y, como en anteriores ocasiones, no ha contado con casi nadie. Un escueto mensajito celeste rezaba unos días antes algo así como “Vete lavando que vamos pa’llá”.
Dicho y programado. Al entrar el domingo en el caralibro veo que me pregunta que “¿Qué estoy pensando?”. Me salió un “y-a-ti-qué-carajo-te-importa-y-si-te-importa-pienso-que-me-estáis-cabreando-con-tanto-cambio-joder-he-dicho“.
¿Mi amigo Nico me cambia su bar de sitio o cambia las tapas sin previo aviso? NOOOOO. Si hasta cuando introdujeron la fantástica tortilla de papas rellena con queso y york nos la dieron a modo de degustación. Porque Nico, sus tapas y El Patio tienen clase, no como el que idea las cosas éstas que pasa de los habitantes del chiringuito feisbukiano. Sigue leyendo la canallada ¿Por qué Facebook no deja de jorobarnos con cambios?
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